"Instituto de la absorción", leyó Eduardo en la placa plateada atornillada a la pared,
en la entrada del edificio de la calle Balmes, por encima de Gran Vía. Entró
por la pequeña puerta de roble abierta en las inmensas puertas de roble, subió los
tres escalones de la entrada, y llegó a un pequeño ascensor, casi todo de
madera, donde no cabrían más de dos personas, tres si eran muy íntimos y no
habían comido ajo.
En el segundo piso salió y pulsó el timbre en la puerta caoba a mano derecha, que se abrió sola y le dejó pasar a un pequeño recibidor, con una mesita redonda de cerezo y cuatro sillones de tela que incitaban a sentarse, y eso hizo. Cogió una revista de la mesita y la abrió por una página al azar, en un artículo titulado "Me entiendes, verdad?", que empezaba así:
Sgeun un estduio de una unviersdiad inlgesa, no ipmotra el odren en el que las letars etsan esrcitas, la uncia csoa ipormtnate es que la pmriea y la utlima lerta esetn ecsritas en la psiocion corcreta. El rsteo peuden etsar tatolemnte mal y aun pordas lerelo sin pobrleams. Etso es prouqe no lemeos cada lerta por si msima snio la paalbra en un tdoo.
La sorpresa de Eduardo al darse cuenta de lo que estaba leyendo, de lo que estaba captando, fue casi tan grande como la de sentir físicamente que era observado por alguien a su espalda. Pero como ya le habían avisado y no era un novato, transformó la sorpresa en un movimiento hacia delante, dejando la revista cerrada sobre la mesa y levantándose con un suave giro a la derecha para así quedar orientado a quien fuese que le observaba, y lo reconoció al instante, era él.
- Hola, eres Eduardo, verdad? - dijo él - Te estaba esperando, ven, acompáñame. Por cierto, me llamo Luis, aunque creo que ya lo sabes.
- Hola, Luis,- respondió Eduardo - claro, te he reconocido enseguida..., aunque ahora que lo pienso..., eres diferente a quien aparece en las fotos..., y sin embargo eres el mismo, que cosa más rara.
- Es parecido a lo de la revista - le contó Luis sonriendo mientras avanzaba por el pasillo - es un pequeño juego estético que me permito. Pero normalmente la gente no se da cuenta de ello, felicidades, eres buen observador, veremos que tal se te da la absorción.
- Pasa, pasa - continuó Luis en la entrada de una sala luminosa y amplia con mobiliario algo especial, varias mesas con forma de pentominós y sillas de apariencia imposible y solo dos patas.
- Absorción? - preguntó Eduardo mientras se sentaba aparentando seguridad y descubriendo la comodidad del material sin el más mínimo balanceo - llevo días dándole vueltas y excepto asimilarlo a una esponja no le encuentro el sentido.
- Bueno - respondió Luis - no está muy lejos de eso, la pobre esponja hace lo que puede con lo que tiene. En realidad es una simplificación de lo que suelo llamar percepción Gestalt, absorber una escena es cuando la miras en su conjunto y captas todos sus detalles, las formas, los colores, las relaciones, las simetrías y las disonancias, y a la vez hueles el ambiente y escuchas como suena y lo integras todo en una sola percepción y eres parte del conjunto y eres uno con él...
- Uau! - reaccionó Eduardo - eso que explicas es casi zen..., observación atenta y todo eso, no?
- Bueno, en parte sí y en parte no - le responde Luis - el zen y el budismo en general hacen hincapié en el hecho de que seas inconscientemente consciente de que todo lo que no eres tú también eres tú, pero sin plantear aplicación práctica de tal hecho, excepto permitirte (nada menos) llegar a la iluminación, al satori, a aprehender y aprender que eres uno con el todo.
- Entonces? - pregunta Eduardo - quizás se acerca a eso que ahora está de moda, a la cuántica?
- Más o menos, - sonríe Luis – pero es como la tortilla de patatas, si no lleva cebolla a mi no me gusta, a otros no les gusta con cebolla, pero siempre es una tortilla de patatas.
- Como? – se sorprende Eduardo abriendo los ojos como platos y adelantando ligeramente el cuerpo hacia delante – ahora me has descolocado completamente, que tiene que ver la cuántica con la cebolla de la tortilla de patatas?.
- Ja ja ja, lo siento, - ríe Luis – ha sido mi yo-transgresor, que no ha podido aguantarse las ganas y ha tenido que aparecer en la reunión. Aunque bien mirado…, podríamos decir que lo de la cebolla es una especie de koan castizo que espero madure en tu mente hasta que un día te sirva. Aparte de eso, lo que me dices de la cuántica supongo te refieres a lo de “la influencia del observador sobre lo observable”, cierto? La verdad es que está un poco cogido por los pelos, la unicidad budista y el gato de Schrödinger en la misma caja, el monje encarnando en un gato vivo-y-muerto, o mejor dicho, vivo y no-vivo.
- Entonces? - pregunta Eduardo – la percepción Gestalt y la cuántica tampoco se parecen? Yo casi hubiera dicho que sí…
- No te sientas decepcionado, Eduardo- responde Luis- este tipo de proyecciones son muy comunes, es parecido a la simplificación de la compleja teoría de la relatividad (pobre Albert) transformada en un simple “todo es relativo”, o en la imagen divertida de “una hora con una joven belleza en tu regazo parece un minuto, pero con una vieja bruja parece un año”.
- Sí, ya había oído lo de la joven y la bruja - ríe Eduardo. – Bueno, aunque sea eliminando ideas preconcebidas lo empiezo a ver más claro, o menos oscuro, creo. Que se supone que es lo siguiente?
- Lo siguiente – responde Luis – es que vayas conociendo al resto del equipo, cada uno de ellos te irá explicando más cosas de este instituto, y poco a poco, casi sin darte cuenta, irás avanzando en el camino.
Mientras Luis se levanta, una sonrisa hecha mujer entra en la sala. Viste algo parecido a un sari que no es un sari, con un tono que parece anaranjado sin serlo, de una tela que parece seda pero no lo es, pero lo que más destaca son sus ojos, uno a cada lado de la nariz, y cada uno de ellos profundo como un agujero negro.
- Hola Eduardo, uno de mis nombres es Kim - ella misma se presenta a Eduardo – y hoy vamos a jugar al juego de la memoria.
En el segundo piso salió y pulsó el timbre en la puerta caoba a mano derecha, que se abrió sola y le dejó pasar a un pequeño recibidor, con una mesita redonda de cerezo y cuatro sillones de tela que incitaban a sentarse, y eso hizo. Cogió una revista de la mesita y la abrió por una página al azar, en un artículo titulado "Me entiendes, verdad?", que empezaba así:
Sgeun un estduio de una unviersdiad inlgesa, no ipmotra el odren en el que las letars etsan esrcitas, la uncia csoa ipormtnate es que la pmriea y la utlima lerta esetn ecsritas en la psiocion corcreta. El rsteo peuden etsar tatolemnte mal y aun pordas lerelo sin pobrleams. Etso es prouqe no lemeos cada lerta por si msima snio la paalbra en un tdoo.
La sorpresa de Eduardo al darse cuenta de lo que estaba leyendo, de lo que estaba captando, fue casi tan grande como la de sentir físicamente que era observado por alguien a su espalda. Pero como ya le habían avisado y no era un novato, transformó la sorpresa en un movimiento hacia delante, dejando la revista cerrada sobre la mesa y levantándose con un suave giro a la derecha para así quedar orientado a quien fuese que le observaba, y lo reconoció al instante, era él.
- Hola, eres Eduardo, verdad? - dijo él - Te estaba esperando, ven, acompáñame. Por cierto, me llamo Luis, aunque creo que ya lo sabes.
- Hola, Luis,- respondió Eduardo - claro, te he reconocido enseguida..., aunque ahora que lo pienso..., eres diferente a quien aparece en las fotos..., y sin embargo eres el mismo, que cosa más rara.
- Es parecido a lo de la revista - le contó Luis sonriendo mientras avanzaba por el pasillo - es un pequeño juego estético que me permito. Pero normalmente la gente no se da cuenta de ello, felicidades, eres buen observador, veremos que tal se te da la absorción.
- Pasa, pasa - continuó Luis en la entrada de una sala luminosa y amplia con mobiliario algo especial, varias mesas con forma de pentominós y sillas de apariencia imposible y solo dos patas.
- Absorción? - preguntó Eduardo mientras se sentaba aparentando seguridad y descubriendo la comodidad del material sin el más mínimo balanceo - llevo días dándole vueltas y excepto asimilarlo a una esponja no le encuentro el sentido.
- Bueno - respondió Luis - no está muy lejos de eso, la pobre esponja hace lo que puede con lo que tiene. En realidad es una simplificación de lo que suelo llamar percepción Gestalt, absorber una escena es cuando la miras en su conjunto y captas todos sus detalles, las formas, los colores, las relaciones, las simetrías y las disonancias, y a la vez hueles el ambiente y escuchas como suena y lo integras todo en una sola percepción y eres parte del conjunto y eres uno con él...
- Uau! - reaccionó Eduardo - eso que explicas es casi zen..., observación atenta y todo eso, no?
- Bueno, en parte sí y en parte no - le responde Luis - el zen y el budismo en general hacen hincapié en el hecho de que seas inconscientemente consciente de que todo lo que no eres tú también eres tú, pero sin plantear aplicación práctica de tal hecho, excepto permitirte (nada menos) llegar a la iluminación, al satori, a aprehender y aprender que eres uno con el todo.
- Entonces? - pregunta Eduardo - quizás se acerca a eso que ahora está de moda, a la cuántica?
- Más o menos, - sonríe Luis – pero es como la tortilla de patatas, si no lleva cebolla a mi no me gusta, a otros no les gusta con cebolla, pero siempre es una tortilla de patatas.
- Como? – se sorprende Eduardo abriendo los ojos como platos y adelantando ligeramente el cuerpo hacia delante – ahora me has descolocado completamente, que tiene que ver la cuántica con la cebolla de la tortilla de patatas?.
- Ja ja ja, lo siento, - ríe Luis – ha sido mi yo-transgresor, que no ha podido aguantarse las ganas y ha tenido que aparecer en la reunión. Aunque bien mirado…, podríamos decir que lo de la cebolla es una especie de koan castizo que espero madure en tu mente hasta que un día te sirva. Aparte de eso, lo que me dices de la cuántica supongo te refieres a lo de “la influencia del observador sobre lo observable”, cierto? La verdad es que está un poco cogido por los pelos, la unicidad budista y el gato de Schrödinger en la misma caja, el monje encarnando en un gato vivo-y-muerto, o mejor dicho, vivo y no-vivo.
- Entonces? - pregunta Eduardo – la percepción Gestalt y la cuántica tampoco se parecen? Yo casi hubiera dicho que sí…
- No te sientas decepcionado, Eduardo- responde Luis- este tipo de proyecciones son muy comunes, es parecido a la simplificación de la compleja teoría de la relatividad (pobre Albert) transformada en un simple “todo es relativo”, o en la imagen divertida de “una hora con una joven belleza en tu regazo parece un minuto, pero con una vieja bruja parece un año”.
- Sí, ya había oído lo de la joven y la bruja - ríe Eduardo. – Bueno, aunque sea eliminando ideas preconcebidas lo empiezo a ver más claro, o menos oscuro, creo. Que se supone que es lo siguiente?
- Lo siguiente – responde Luis – es que vayas conociendo al resto del equipo, cada uno de ellos te irá explicando más cosas de este instituto, y poco a poco, casi sin darte cuenta, irás avanzando en el camino.
Mientras Luis se levanta, una sonrisa hecha mujer entra en la sala. Viste algo parecido a un sari que no es un sari, con un tono que parece anaranjado sin serlo, de una tela que parece seda pero no lo es, pero lo que más destaca son sus ojos, uno a cada lado de la nariz, y cada uno de ellos profundo como un agujero negro.
- Hola Eduardo, uno de mis nombres es Kim - ella misma se presenta a Eduardo – y hoy vamos a jugar al juego de la memoria.
ya estamos esperando la continuación! Muy bueno!
ResponderEliminarCoincido con el anónimo: nos quedamos esperando la segunda parte
ResponderEliminarReconocedlo ambos: Estais esperando a Kim :-)
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