Una tormenta tropical aparece sobre el horizonte. Densos nubarrones negros convergen sobre Rio cabalgando a lomos del viento. En los últimos años han escaseado las tormentas, y las pocas que se producen son más ruidosas, con más cantidad de rayos y truenos, aunque con menos agua que anteriormente. Parece como si el pulmón sudamericano de la Tierra estuviese afectado de bronquitis. Pero esta vez es diferente, se huele en el ambiente que ésta puede ser la madre de todas las tormentas tropicales de la última década. Muchos animales se esconden en sus madrigueras, mientras depredadores oportunistas aprovechan el momento para cazar algún retoño despistado y asustado, separado de la camada. Algunos seres humanos sienten la tormenta cercana en su cuerpo, en forma de reuma, dolor en las prótesis, o migraña.
Eric Fitzroy Barterer no tiene prótesis, ni problemas de reuma, ni sabe lo que es la migraña. En toda su vida no ha padecido ninguna enfermedad digna de mención. Habiendo crecido en un ambiente acomodado y sin riesgos apreciables, es una especie de moderno Juan Sinmiedo. Pero en este momento, gruesas gotas de sudor frío le caen por la cara desde las cejas, y tiene la espalda empapada. La mayor parte de sus músculos están en tensión, agarrotados. Su respiración es agitada, sus inspiraciones, rápidas y cortas. Está hiperventilado, y sus pulsaciones se han elevado considerablemente. Sus ojos grisazulados están inyectados en sangre, y sus pupilas están totalmente dilatadas.
Hoy, como cada noche antes de acostarse, se ha puesto su pijama azul, un pijama clásico, con botones de concha y bolsillo superior izquierdo. Al acercarse la tormenta, el sistema de climatización ha fallado, y el calor ha empezado a aumentar en su habitación. Este hecho, junto a las modificaciones atmosféricas provocadas por la tormenta, han provocado una ligera sobrecarga en el sistema sensorial de Eric. Su sistema nervioso ha reaccionado de forma errónea. El sistema simpático y el parasimpático han entablado una batalla abierta, el primero produciendo noradrenalina y estimulando, mientras el segundo contratacaba produciendo acetilcolina para contrarrestar las acciones de su contrincante. Parece como si todos los aspectos e identidades que componen el núcleo de Eric estuviesen luchando por obtener el control, por instaurar una tiranía.
En este momento su mundo interno se parece a un elefante borracho cargado de porcelana caminando sobre un cable en lo alto de las torres gemelas del World Trade Center. Multitud de impulsos nerviosos se producen entre sus hemisferios, de una forma asincrónica.
Empieza a percibir multitud de sensaciones de una forma caótica. Siente un hormigueo en sus extremidades, como si las terminaciones nerviosas quisieran enviar un mensaje de auxilio al exterior. Siente escalofríos, tiene calor y frío, y suda intensamente, un sudor frío, muy salado. Sus ojos cerrados se ven asaltados por un baile de figuras de colores azules, verdes y amarillos. Sus oídos perciben un zumbido bajo e intenso, que proviene de todos lados a la vez que de ninguna parte. Su nariz, con las aletas dilatadas, husmea el ambiente.
Huele un sonido rojo centelleante, paladea un color disonante y anarmónico, ve una textura ácida y picante, toca un olor que suena a áspero y amargo. Percibe a π en la lámpara de pie, construye pentaominós con los dibujos de la alfombra, y fractales en el papel pintado de las paredes, visualiza las transformaciones del florero en una botella de Klein. Y él mismo es la botella, el florero y la pared. Es la lámpara de pie, y percibe difusamente otra lámpara, deforme, parecida a un extraño perchero azul, con una bombilla halógena inmensa, una lámpara de diseño, con botones de concha y bolsillo izquierdo.
Y es una flor, agitándose inquieta y sintiendo en todo su ser la tormenta que se acerca. Y la tormenta explota en una cascada de truenos y relámpagos. La lluvia cae, intensamente, con rapidez, como si hoy fuese su última oportunidad. Y la flor se agita. El balcón se abre violentamente, claudicando frente al viento. Y la lluvia entra en la habitación, refrescando la flor, modificando la composición de la atmósfera, limpiándola. Y, poco a poco, empieza a oir la lluvia, a oler los árboles cercanos... Siente que vuelve a tener dedos, manos y pies. Vuelve a notar su cabeza encima de los hombros, y siente que todo en su cuerpo está donde él recordaba que estaba.
El sistema de climatización vuelve a ponerse en funcionamiento, ruidosamente, asustándolo. Los animales vuelven a salir a campo abierto. Los seres humanos que tienen la mala suerte de funcionar como barómetro descansan ahora tranquilos, sin que les moleste el reuma, las prótesis o la migraña. Y los restos cansados de la tormenta se alejan lentamente, como si les apenase dejar el lugar.
Eric Fitzroy Barterer no tiene prótesis, ni problemas de reuma, ni sabe lo que es la migraña. En toda su vida no ha padecido ninguna enfermedad digna de mención. Habiendo crecido en un ambiente acomodado y sin riesgos apreciables, es una especie de moderno Juan Sinmiedo. Pero en este momento, gruesas gotas de sudor frío le caen por la cara desde las cejas, y tiene la espalda empapada. La mayor parte de sus músculos están en tensión, agarrotados. Su respiración es agitada, sus inspiraciones, rápidas y cortas. Está hiperventilado, y sus pulsaciones se han elevado considerablemente. Sus ojos grisazulados están inyectados en sangre, y sus pupilas están totalmente dilatadas.
Hoy, como cada noche antes de acostarse, se ha puesto su pijama azul, un pijama clásico, con botones de concha y bolsillo superior izquierdo. Al acercarse la tormenta, el sistema de climatización ha fallado, y el calor ha empezado a aumentar en su habitación. Este hecho, junto a las modificaciones atmosféricas provocadas por la tormenta, han provocado una ligera sobrecarga en el sistema sensorial de Eric. Su sistema nervioso ha reaccionado de forma errónea. El sistema simpático y el parasimpático han entablado una batalla abierta, el primero produciendo noradrenalina y estimulando, mientras el segundo contratacaba produciendo acetilcolina para contrarrestar las acciones de su contrincante. Parece como si todos los aspectos e identidades que componen el núcleo de Eric estuviesen luchando por obtener el control, por instaurar una tiranía.
En este momento su mundo interno se parece a un elefante borracho cargado de porcelana caminando sobre un cable en lo alto de las torres gemelas del World Trade Center. Multitud de impulsos nerviosos se producen entre sus hemisferios, de una forma asincrónica.
Empieza a percibir multitud de sensaciones de una forma caótica. Siente un hormigueo en sus extremidades, como si las terminaciones nerviosas quisieran enviar un mensaje de auxilio al exterior. Siente escalofríos, tiene calor y frío, y suda intensamente, un sudor frío, muy salado. Sus ojos cerrados se ven asaltados por un baile de figuras de colores azules, verdes y amarillos. Sus oídos perciben un zumbido bajo e intenso, que proviene de todos lados a la vez que de ninguna parte. Su nariz, con las aletas dilatadas, husmea el ambiente.
Huele un sonido rojo centelleante, paladea un color disonante y anarmónico, ve una textura ácida y picante, toca un olor que suena a áspero y amargo. Percibe a π en la lámpara de pie, construye pentaominós con los dibujos de la alfombra, y fractales en el papel pintado de las paredes, visualiza las transformaciones del florero en una botella de Klein. Y él mismo es la botella, el florero y la pared. Es la lámpara de pie, y percibe difusamente otra lámpara, deforme, parecida a un extraño perchero azul, con una bombilla halógena inmensa, una lámpara de diseño, con botones de concha y bolsillo izquierdo.
Y es una flor, agitándose inquieta y sintiendo en todo su ser la tormenta que se acerca. Y la tormenta explota en una cascada de truenos y relámpagos. La lluvia cae, intensamente, con rapidez, como si hoy fuese su última oportunidad. Y la flor se agita. El balcón se abre violentamente, claudicando frente al viento. Y la lluvia entra en la habitación, refrescando la flor, modificando la composición de la atmósfera, limpiándola. Y, poco a poco, empieza a oir la lluvia, a oler los árboles cercanos... Siente que vuelve a tener dedos, manos y pies. Vuelve a notar su cabeza encima de los hombros, y siente que todo en su cuerpo está donde él recordaba que estaba.
El sistema de climatización vuelve a ponerse en funcionamiento, ruidosamente, asustándolo. Los animales vuelven a salir a campo abierto. Los seres humanos que tienen la mala suerte de funcionar como barómetro descansan ahora tranquilos, sin que les moleste el reuma, las prótesis o la migraña. Y los restos cansados de la tormenta se alejan lentamente, como si les apenase dejar el lugar.
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