Una fría mañana de otoño, en el puerto...
Un puerto atestado de cámaras y ayudantes de cámaras, pantallas y focos, sillas vacías y gente de pié, y como siempre, mil-y-un curiosos dando vueltas alrededor del espacio vallado, intentando divisar algún famoso...
A ver..., aquella rubia de piernas infinitas y gafas de sol por sombrero no es esa modelo que ahora hace de actriz? Ese tipo de barba corta cuidadosamente descuidada y como salido de Matrix de qué serie me suena? Creo que lo he visto por mi barrio.
- Oye, entonces donde me pongo, aquí?, más cerca del agua? - pregunta Rosa moviéndose un poco hacia el borde del muelle.
- Uff, hace un frío de narices! Venga ya, no nos echeis más agua, que vamos a pillar una neumonía, y en el guión no dice que lloviese tanto, coño! – protesta Manel.
Después de protestar y sacudirse el agua, Manel se queda por un instante quieto, la mirada fija en el horizonte.
Hasta ese momento habia sido una especie de juego, unos colegas jugando a ser actores por un dia, rodando su propia película, su guión, su pasado. Pero mientras esperaban que todo estuviera a punto, su mente lo llevó muchas millas mar adentro, unos años atrás.
...
Pedro subió del camarote soñoliento, pero con cara preocupada.
- Ep! Tenemos problemas allá abajo, nos está entrando agua.
- Vamos a mirar, a ver que pasa, - dijo Manel – tú, Rosa, sigue al timón.
Todo había sido tranquilo hasta entonces, un viaje divertido por la costa mediterránea en un velero de quince metros, con un mar un pelin movidito y cayendo cuatro gotas mal contadas, vamos, nada del otro mundo.
Manel se lo pasaba en grande haciendo de capitán, pero quienes más disfrutaban eran los tres niños que iban con ellos, ellos sentian cada minuto como una gran aventura, solo les faltaba el loro y alguien con pata de palo cantando "Ho, Ho, Ho y una botella de leche" (los piratas de medio metro no beben ron).
Cuando Pedro y Manel subieron, se acercaron a Rosa y le comentaron con calma pero en voz baja:
- Rosa, tenemos problemas, algo debe haber chocado con nosotros hace un rato, cuando el mar se ha puesto algo picado. La madera del casco se ha astillado y está entrando bastante agua. Vamos a usar la bomba de achique, deja el timón con el rumbo fijo y ponte con los críos a jugar un rato, sentaditos y que no se alteren.
- Venga xiquets..., vamos a comer algo y os explicaré la historia del pirata Calamar, todos al camarote! dijo Rosa. - Si capitán, mi capitán! - gritaron a coro los niños.
Mientras conectaba la manga al motor, Manel pensaba que no era nada del otro mundo. Con ese diámetro, la bomba podría sacar facilmente veinte mil litros por hora por lo menos, y el agua que entraba no era tanta...
Pero el casco era viejo, y el agua se abría paso rápidamente. Pronto, demasiado pronto, vieron que no había solución, que la cosa se ponia fea, muy fea, estaba pasando una de aquellas cosas que nunca te pasan o que le pasan a otros, cosas que ves en el cine pero que nunca van contigo.
Lanzaron el bote de salvamento y subieron a él. Mientras se alejaban, con el mar cada vez más embravecido, vieron como el mástil principal iba escondiéndose poco a poco, como diciéndoles adiós, hasta que ya no vieron nada del velero, fue visto y no visto.
La aventura ya no era divertida, pero de momento todo iba bien, y los niños estaban tranquilos, aunque solo al ver que los mayores parecían saber que hacer. Habían avisado por radio y confiaban en recibir ayuda pronto, se habían alejado de la costa pero solo unas pocas millas.
Una lancha rápida podría haber llegado en menos de una hora, pero no llegó a encontrarles ninguna. Al cabo de un par de horas, pasó un helicóptero y los divisó, pero se había quedado sin combustible y solo pudo lanzar una bengala. De todas maneras, pensaba Manel, no sé como pensaban hacernos subir por esa escalera en movimiento.
Un barco que volvia de las islas a la península había escuchado el mensaje del capitán, y cambió su rumbo para buscarles. Cuando llegó, llevaban más de cinco horas en el bote salvavidas, mojados por el mar, mojados por la lluvia, cansados, nerviosos, algo mareados.
El barco se acercó poco a poco, virando con precaución a su posición. Cuando estaba cerca, su inmensa altura los dejó a todos en silencio. Cómo iban a subir?
Desde el barco dejaron caer unas cuantas escaleras de cuerda que se movían como si estuvieran vivas. Tenían que subir por ellas entre ola y ola, para no caerse. Cuando ya habían subido cuatro metros, con el cambio de mar estaban a solo dos metros de la superficie, aquella subida parecía eterna.
Mientras los niños subían, justo por encima de ellos, Manel los iba animando, y rezaba en silencio por que ninguno de ellos resbalase, porque sabía que caer bajo el casco significaba lo que significaba, y ni siquiera se permitía pensar en lo que ello significaba.
Sentia en el pecho la opresión de sentirse responsable, aunque todo habia sido un continuo accidente, un continuo imprevisto.
...
- Ep, Manel, quieres venir?, si se hace tarde y no hay suficiente luz tendremos que dejar el rodaje para mañana...
- Sí, ahora voy, solo estaba repasando el guión. Por cierto, aquel dia no llovia tanto, y era verano, así que no nos tireis más agua si no quereis regalarnos una pulmonía, vale?
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