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lunes, 9 de abril de 2012

La rubia del abrigo


Iba de rubia, pero al completo, cejas incluidas. Iba de rubia hasta en los zapatos y el abrigo largo.

Mientras caminaba, la suave y cálida brisa se colaba por el cuello, y le ponía duros los botones del abrigo. La brisa juguetona se colaba por los bajos, y le ponía a tono los pliegues interiores bajo el abrigo. La sonrisa de la rubia era de lujuriosa anticipación por la cita. El deseo humedeció sus labios, todos ellos, mientras caminaba, cruzando ligeramente sus piernas.

En el ascensor del hotel, un par de adolescentes la desnudaron con la mirada. Cuando no quedaban ni veinte segundos para el piso quince, ella se abrió el abrigo mientras sonreía con descaro, dejando al par de niñatos cocidos al vapor y contentos, porque tenían imágenes calientes para sus trabajos manuales.

Llamó a la habitación 1507 tal como habían convenido, toc, toc, toctoctoc, y le abrió un tipo con traje, alto y apuesto, dejándola pasar. 

¿Será él? se preguntó la rubia. Ojalá, sus manos son preciosas, seguro que toca el piano, mmm, podría sacar música de mi cuerpo, con él me correría en fa sostenido.

Siguió al apuesto trajeado hasta un pequeño salón. Allí esperaba una mujer de piel oscura y ojos orientales, enfundada en un vestido que parecía una segunda piel, evidenciando que no llevaba nada debajo y que también estaba excitada.

Vaya, pensó la rubia, ¿se trata de un trío?. Bueno, la promesa era una noche de placer sin límites, y además la morena parecía puro fuego.

Se quitó el abrigo, tal como habían acordado no llevaba nada debajo y estaba recién depilada, incluso su pubis estaba libre de vello. La pareja sonrió aprobando lo que veía y mirándola con lo que no podía ser otra cosa que deseo, y con un gesto educado la invitaron a entrar en la sala a su derecha.

Encima de una larga mesa de caoba, varias bandejas de plata contenían aquellos rollitos japoneses tan coloridos, el clásico makizushi con su negro envoltorio de alga nori, o el aún más clásico nigirizushi, ese óvalo de pescado que reposa grácilmente sobre el arroz, sazonado con wasabi. En otra bandeja había un menos clásico uramaki, que era como sushi pero del revés, con el arroz por fuera y el nori por dentro.

La rubia miró la mesa con el sushi, luego miró a la pareja, que estaba mirando la mesa, y no entendía nada.

- Señor..., mmm, ¿señor Nyotaimori? - titubeaba la rubia - ¿me puede explicar que se supone que es esto?

- Yo no me llamo Nyotaimori, preciosa - respondió el tipo alto y apuesto - hablamos de pasar una noche de placer sin límites en el que iba a comer en todo tu cuerpo con las más delicadas prácticas orientales, luego tu preguntaste ¿como se llama? y te respondí Nyotamori. Se trata de una práctica en la que mi amante y yo comeremos sushi de tu cuerpo desnudo, algo que es un delicado placer para los sentidos.

- ¡Ah, no! a mi me puedes poner hielos en el chichi, puedes comer unas fresas bañadas en mi licor, puedes pintarme con chocolate y quitármelo con tu lengua, si quieres dejo que ella también pase su lengua por mis pliegues, hasta te permito me pongas el dedito en el culito, pero ponerme pescado crudo en el cuerpo y comerlo? ¡Que asco, Dios mio! Eres un degenerado, señor como te llames, y deberían encerrarte.

La rubia cogió su abrigo, se lo puso, y salió de la habitación echando humo. Subió al ascensor y se largó del hotel. Desde entonces, ha dejado de practicar sexo con desconocidos, y en su cuerpo ya solo entran las bolas chinas que se pone para ir al trabajo y Paco, el vibrador con mariposa que la salva cuando el centro le quema tanto que podría sacar vapor de un cubito de hielo.

4 comentarios:

  1. Fiuuuuu! Se me han puesto las orejas rojas y to! A ver si voy a un japonés de banda a cenar, para al menos imaginármelo

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    1. Yo desde que descubrí el término estoy indagando a ver...

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  2. Jajajajajajajajajajaja.

    Pobrecica mía. No veía Sex in the city, la rubia :)

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