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sábado, 11 de agosto de 2012

El extraño caso de las cabezas menguantes...


Hoy acabo de descubrir que los extraterrestres existen, y están entre nosotros. Ya se que os parecerá una frase de lo más conspiranoico, de esas que sueltan los frikis esos que tienen páginas donde nos ponen sobre aviso, donde nos cuentan que la invasión ya ha sucedido, donde nos advierten que nuestra suegra es un alien (¡que me vas a contar!), o que esa vecinita imponente es en realidad un monstruo devorador de cuerpos (pues mientras la sepa ch----, bueno, que de algo hay que morir). Pero en mi caso no soy un friki conspiranoico explicando tontadas, mi historia es real, ¡debeis creerme!

La cosa ha sido realmente inesperada, estaba comprando en el super, o mejor dicho, estaba en la cola del super esperando para pagar lo que había comprado (agua, zumo, gazpacho, fruta, leche, vamos, lo que necesita mi cuerpo con este insoportable calor que funde los sesos) y mientras esperaba me entretenía mirando a las personas que estaban por delante, imaginándome historias con cada una de ellas (es lo que hace todo el mundo, ¿no?, ¿no?, ¡que me dices!, ¿que soy un bicho raro?).

A mi derecha tenía un tipo de los que podías calificar de Rodriguez, ya sabeis, el típico marido que se queda solo en la ciudad mientras la mujer y los hijos están en la playa. La compra acorde con su aspecto: a la camisa le faltaba un planchado, a los zapatos doce golpes de cepillo, al cinturón le faltaban agujeros para contener su "curva de la felicidad". 

Como decía, la compra lo definía como Rodriguez: 2 pack de 8 cervezas, un par de bolsas de salchichas de frankfurt, unos jabuguitos, taquitos de jamón, una tortilla de patatas con cebolla, barras de pan congelado y un variado de terrinas de helado de medio kilo. Por descontado, el tipo iba a crecer en diámetro en los pocos días que su mujer no le cuidase. El ya se cuidaría a su manera, con eso y las pelis porno después de los deportes sería feliz rascándose donde le diera la gana cuando le diera la gana, y dormiría ocupando toda la cama. En la llamada de cada noche le diría a su mujercita que la echaba de menos, aunque en realidad fuese una mentira a gritos.

Pero me estoy desviando del tema. El tema es que cuando he girado mi cabeza hacia la izquierda, a la altura de mis ojos han aparecido un par de..., un par de peras, un par de tetas, unos pechos, y acto seguido para tener una visión de conjunto he hecho el típico barrido "arriba y abajo"..., o mejor dicho, he empezado con el típico barrido..., y me he quedado clavado en el "arriba". Resulta que al subir la mirada he llegado a ver a la vez su cabeza y sus pechos, y es cuando he visto lo impensable, cuando me he quedado ojiplático y anonadado, ya que entonces he podido darme cuenta de que sus tetas eran mucho más grandes que su cabeza.

Aquí debo aclarar que lo asombroso no es que sus tetas fuesen mucho más grandes que su cabeza (hay tetas de plástico que parecen melones franceses, llegan primero ellos avisando y, al minuto, llega el resto), lo increible es que sus tetas no eran nada del otro mundo, eran más bien tirando a pequeñas, del tipo la mano la cubre y además la esconde.

De lo que se deduce que su cabeza era pequeña. En realidad ha sido verla a ella con su cabecita y pensar que los jíbaros habían evolucionado sus técnicas y alguien en mi ciudad se estaba dedicando a probarlas. Por si fuera poco llevaba una cola de caballo, destacando aún más la dimensión de su cabecita. Casi daba pena de mirar.

Llamadme exagerado, pero es que ha sido algo que me ha dejado patidifuso (que si hago análisis etimológico debe significar que mis patas se han fundido mientras la miraba) y a la vez asombrado (es decir, sin sombra, lo que cuadra con lo anterior, debes estar al sol para que se te fundan las patas) y sobre todo, sobre todo, confundido (es decir, de nuevo, con algo fundido).

Tan aluciflipado estaba (esta palabra, suma de alucinado y flipado, me la ha prestado una gran amiga), que he salido lo más rápido posible del super, y disimuladamente he seguido a la dueña de la cabecita (que por lo demás estaba de buen ver, al menos de cuello para abajo, claro).

Ha llegado al edificio enfrente de donde vivo, ha llamado por el telefonillo, y ha pedido que bajasen a ayudarle con las bolsas de la compra. Bueno, pues ha bajado alguien que debía ser su hermano o algo así, porque se parecían bastante. Se parecían incluso en la dimensión de sus cabezas, el tipo tenia unas piernacas de futbolista y unas manazas de las de partir nueces con las manos, pero con una cabecita que era casi tan grande como sus manos.

El tipo ha levantado la vista, me ha visto, ha visto que lo había visto, me ha mirado, lo he mirado, nos hemos mirado, y en ese milisegundo de cruce de miradas yo he sabido que pasaba, y el también, y lo ha sabido tan bien que se ha asustado, ha cuchicheado algo a su hermana, y se han metido en el portal apresuradamente.

A ver..., seamos claros..., los jíbaros no pueden haber perfeccionado su proceso de reducción de cabezas de forma que lo puedan conseguir sin matar a la víctima. El ser humano no puede sobrevivir sin cerebro (bueno, aqui tengo mis dudas porque conozco especímenes que podrían hacer que la hipótesis fuese falsa) y el cerebro necesita de unas dimensiones mínimas de cráneo. Vamos, que si aplicamos la navaja de Occam debemos concluir que esos seres no eran humanos. Además, su ocultación al verme es del todo concluyente, se sabían diferentes y son diferentes.

Esta noche me he acercado a la terraza. En el edificio de enfrente, a mi altura, una habitación irradiaba unas luces azules y verdes. Al principio he pensado que alguien estaba montando una fiesta, pero el silencio era el rey de la noche, a pesar de que las ventanas estaban abiertas.

En un instante, las luces han crecido en intensidad, y ha empezado a escucharse un zumbido persistente..., casi como una peonza dando vueltas. En el momento de mayor intensidad, ha sonado como un trueno de esos típicos del mes de agosto, y las luces verdes y azules han desaparecido.

Creo que el tercer piso del edificio de enfrente ha quedado desocupado, y el casero se ha quedado sin el alquiler de este mes. Os aconsejo esteis atentos a partir de ahora, no hace falta que lleveis una cinta métrica ni nada de eso, pero mejor que esteis preparados para detectarlos, no sabemos que intenciones tienen.

jueves, 9 de agosto de 2012

Vaya peazo rubia!!!


Hoy tenía una reunión fuera de Barcelona y he madrugado. 

Aclaro que, para mi, madrugar es levantarme a cualquier hora anterior a las 8 de la mañana, porque soy ave nocturna. Si es lunes ya no le llamo madrugar, sino darporsaco, ya que el domingo no hay manera de irme a dormir antes de la 1:30. Cuando debo levantarme a las 5 para ir al aeropuerto vendería mi alma por un teletransportador trekkiano. Debo dar las gracias a los creadores de las bebidas energéticas, sin las cuales yo en estos casos seria una piltrafa humana a la que habría que recoger con una retroexcavadora.

Pero dejémonos de digresiones y vamos a lo que vamos. 

Hoy tenía una reunión fuera de Barcelona y he madrugado. 

Después del titánico esfuerzo de levantarme, ducharme, vestirme y beber un vaso de agua (mi estómago no acepta nada más a esas infames horas de la madrugada), he cogido el metro (verbo evidentemente no literal, ya que no soy de Bilbao) y después de 4 paradas y un paseito he cogido el tren (a estas alturas de la película, esto en Argentina sería una orgía metalocalypse, pero aqui cogemos a los metros y trenes con mucho cariño).

Normalmente suelo viajar en los vagones delanteros, en sentido contrario al de la marcha, y al lado de la ventana, una de mis tantas manías. Hoy no. Esta mañana he subido en uno de los últimos vagones, en el sentido de la marcha, y me he sentado en un asiento del pasillo.

¿La causa? Una rubia esbelta y muy potente, peinada con cola de caballo, vestida con un corto, ligero y ajustado vestido blanco, y sumado a todo ello unas gafas que le sentaban fantásticamente.

Hoy ha sido el primer dia de la famosa ola de calor sahariana que se supone nos va a fundir y obligar a dormir en la bañera. Lo de la bañera aún no lo sé, pero que me he derretido durante el trayecto en tren os lo puedo asegurar. 

Por si no fuera suficiente con la visión de esa valkiria, se ajustaba el pelo cada 2x3=6, y creo que debía haberle picado algún bicho, porque a ratos se rascaba el muslo, subiendo para ello su corto vestido y dejándome a mi ojiplático, infartado, alterado, y evidentemente excitado, porque parecía que le picaba hasta las caderas. 

No la he mirado a la cara demasiadas veces, porque si por un casual llega a morderse el labio inferior, ahora no estaría escribiendo esto, eso lo tengo claro, porque nos habrían detenido por escándalo público (porque una rubia que se toca el pelo y se muerde el labio inferior "quiere tema", ¿no?, yo es que esto de las "señales" no lo domino nada de nada).

Estaba deseando que se bajase en la misma parada que yo, porque deseaba disfrutar de su visión un rato más, pero no, se ha levantado muy pronto, demasiado.

Al fijarme donde estaba sentada, he visto que en su asiento había algo de tierra, me he preguntado si era eso lo que le causaba la picazón del muslo, aunque era bastante extraño.

Sea por lo de la tierra, por la ola de calor, o porque estaba como un quesito, no he podido resistir la tentación. Me he levantado rápidamente y me he bajado tras ella.

El tren seguía la línea de la costa, y ella, al salir de la estación, se ha dirigido a la playa. Yo, detrás, mirando y admirando su belleza moverse por la arena.

Al llegar cerca de la orilla del mar, la rubia se ha descalzado, se ha soltado el pelo (¡ay!, ¡que rica!), y luego, quitándoselo de los hombros, ha deslizado el vestido por su cuerpo. Bajo el vestido solo llevaba un brevísimo culotte, que ha seguido el mismo camino. Si estando vestida era todo piernas sobre unas caderas de impresión, estando desnuda su cuerpo era de pecado mortal. Mis latidos han cambiado de ubicación y mi corazón no daba abasto a las peticiones venosas.

Después se ha acercado al agua, poco a poco, contoneando sus caderas con gracia. Estoy seguro que sabía que la estaba mirando, y que jugaba a excitarme. Lo conseguía. Para ella era un juego, para mi algo muy serio, estaba como hipnotizado, casi aguantando la respiración, acalorado por la ola sahariana y acalorado por el espectáculo.

Entonces es cuando, ante mis atónitos ojos, que recorrían cada centímetro de su cuerpo con deseo, la rubia ha empezado a deshacerse como tierra al viento, primero los pies, luego sus pantorrillas, sus muslos, su prieto trasero, sus caderas, su espalda y sus brazos, su cuello y su cabeza. Ha sido casi visto y no visto, no ha tardado ni un minuto, primero estaba allí, y luego, como en un golpe de viento, ya no estaba.

Al acercarme a la orilla, quedaba un montoncito de tierra, que el agua del mar iba lamiendo en pequeñas olas hasta que ha desaparecido.

Al cabo de un rato recordé que tenía una reunión, me giré, subí hasta la estación, y subí al siguiente tren.

No sé porque, pero tengo la impresión de que ella y yo nos volveremos a ver. Si es así, me acercaré antes de que se deshaga en un montoncito de tierra, y la llamaré por su nombre de diosa. Si me responde, creo que lo que suceda después será mágico. 

sábado, 4 de agosto de 2012

Flamencos morados, tuppers y calcetines izquierdos

Qué tienen en común unos flamencos morados, unos tuppers, y unos calcetines izquierdos?

Empecemos por el final, pero antes, unas palabras del narrador omnisciente: No, no me he fumado nada, dejé de fumar hace años. No, no me he tomado pirulas de colores, ni rojas ni azules. No, no he bebido alcohol ni tengo resaca. No, no me han sorbido el seso por el cerebro inferior (ya me hubiera gustado, pero por ahora no tengo candidatas, snif).

Todo empezó un sábado por la mañana, cuando puse la lavadora para..., bueno, para lo que se ponen las lavadoras, obviamente, a ver si os lo tengo que explicar todo. Como no tengo tele, no uso video, asi que no tuve más remedio que aprender a programar la lavadora..., pero..., como soy un listillo, fijé el mando en el programa habitual y así solo le tengo que dar al encendido, ¡es tan fácil!. 

Pero no fue realmente el sábado cuando empezó todo, lo estoy explicando fatal. Digamos que fue entre el sábado, después de colgar la ropa, y el lunes, cuando fui a recogerla (que con la edad que tiene, ya se podía recoger sola). Después de las camisas y camisetas, después de los boxer, me puse con la árdua tarea de separar y conjuntar los calcetines, para evitar la vergüenza de ir a la oficina con un calcetín azul marino y otro negro (yo es que por las mañanas voy un poco zombie y con el piloto automático).

En ello estaba..., cuando me encontré con un calcetín desparejado, uno negro con rayas finas, revisé en los presuntos conjuntos por si mi vista ya fuese vista cansada además de astigmático-miope..., pero no..., volví a revisar en el montón pendiente de conjuntar..., tampoco..., asi que lo aparté pensando que cuando puse la lavadora dejé algún calcetín en el cesto de la ropa (soy un despistado por si aún cuenta no os habeis dado). Seguí agrupando el resto de calcetines, y al acabar tenía cinco desparejados, todo un record que demostraba mi pronta senectud. 

Busqué en el cesto de la ropa, busqué dentro de la lavadora, busqué en los rincones del camino entre mi habitación y el cesto de la ropa, busqué bajo la cama, y no busqué en el horno porque no lo uso como secador de ropa, más que nada porque con lo despistado que soy el dia menos pensado cenaría lubina avec chausettes et tomates, y los tomates no serían de la variedad comestible.

Como soy un tipo muy ocupado y trabajo un porrón de horas, olvidé el asunto hasta el viernes por la tarde, cuando quedé con mis amigos para un "via crucis" (soy agnóstico, entiéndase pues como la variante gastroenológica). Después de un par de cervezas y unas bravas estiré los pies bajo la mesa y al subírseme las perneras del pantalón vi que llevaba un calcetín de cada color. Quise disimular pero mi cara de sorpresa hizo que mis compañeros de mesa mirasen a ver que había visto, y se dieron cuenta. Las risas y las bromas son algo que no voy a contar aqui, suficiente vergüenza pasé ya como para compartirla con vosotros, que os conozco y en cinco minutos internet iría lleno de comentarios a mi costa.

Pero no todos mis amigos se rieron o hicieron bromas. Mi gran amigo Takeshi, un renombrado físico cuántico que había sido recientemente galardonado con el Nobel por teorizar y demostrar la existencia de 6 universos paralelos al nuestro, me miró muy serio y me dijo: "Alberto, dime una cosa, a ti te desaparecen los recipientes de los tupper, verdad?"

Debo deciros que si alguna vez habeis visto una cara de absoluta sorpresa, lo que habeis observado palidece en comparación con la mía. Me sentía casi como Lestrade cuando Sherlock le pregunta por su desayuno de huevos revueltos y el pobre no es capaz de entender como lo sabe el gran detective. 

- ¿Cómo narices sabes tu lo que pasa con mis tupper, Takeshi? - pregunté - Pero sí, es verdad, de un tiempo a esta parte cuando abro el armario donde los guardo, encuentro tapas azules y tapas verdes que no tienen recipiente que tapar. Pensaba que era problema de mis sempiternas distracciones, que quizás había dejado alguno a mis vecinas o aún peor, que al tirar las sobras a la basura, hubiera tirado el recipiente.

- No te preocupes, que no estás peor de lo tuyo - bromeó Takeshi con una sonrisita irónica - Creo que he descubierto el problema, y no eres el único al que le pasa. Después de descubrir los 6 universos paralelos he seguido investigando sobre los fenómenos físicos derivados de que seamos capaces de comunicarnos con todos ellos, y hace un par de semanas encontré algo extraño en las medidas de difracción retroespecular de los corpúsculos de Higgins, ya sabes, esos grumitos como de colacao que descubrió el amigo de Higgs, que vaya bromas en el laboratorio cuando le quiso poner nombre, después del Bosón de Higgs, van los muy cachondos y le llaman el Grumón de Higgins, luego dicen que los científicos no tenemos sentido del humor.

- Que si... que sí..., que los grumitos son muy bonitos..., vale, - respondi yo impaciente - pero que tienen que ver los grumitos esos con los tupper y los calcetines?

- No te impacientes, si te lo explico rapidito y sencillito - comentó riendo Takeshi - sin ecuaciones ni gráficas ni otras zarandajas, te lo explico en román paladino, aunque lo que te cuente quizás no te lo creas, si es así quedamos esta tarde en mi laboratorio y alucinado quedarás cuando lo veas. Te lo voy a contar como un pequeño cuento. Vamos allá:

Érase una vez un planeta de color verde melón, un planeta grande y nuboso, donde llovía cada dos días, el primero agua azul, el segundo agua roja. Ese planeta estaba a 90º de la Tierra, según se sale por el Ecuador a mano izquierda (al fondo a la derecha están los lavabos, como todo el mundo sabe). Era un planeta de ambiente húmedo pero fresco, tranquilo, silencioso, donde todo se movía sin prisa, los vientos eran brisas, las olas nunca rompían y hasta las gotas de lluvia descendían como dando un paseo.
 
En ese planeta vivían, y aún viven, unos seres con un solo pie, como flamencos pero sin pico, de color morado. Según parece sus científicos estuvieron jugando con los Grumones, y como sabes, igual que existen los Fotones Entrelazados, resulta que los Grumones también se entrelazan, y en sus experimentos guardaban los Grumones en calcetines. 

Entonces activaban el Desentrelazador Cuántico de Grumones, y ¡zás!, al lado de cada uno aparecía otro calcetín, que como puedes suponer acababa de desaparecer de un planeta a 90º del suyo según sales a mano derecha (allí los lavabos están mal ubicados, creo que a los arquitectos los llaman calatravas), que es nuestra buena y vieja Tierra. 

Da un poco de miedo porque en el planeta viven muchos billones de tipos morados, y como es tan húmedo se cambian los calcetines tres veces al día, así que por esa parte me temo que quienes van a ganar van a ser los chinos, que en sus tiendas venden calcetines y fundas de movil, bolis y ventiladores, sandalias y corbatas, enchufes y patatas (bueno, patatas todavía no, pero rimaba).

Pero lo realmente preocupante no son los calcetines. El problema son los tupper. Los recipientes de los tupper los necesitan porque en su planeta todas las casas tienen goteras y no saben arreglarlas (si los arquitectos son calatravas, los albañiles son pepe gotera y otilio). Mientras los calcetines son inertes ante los Grumones, no pasa lo mismo con los tupper, y cada recipiente que consiguen transportar desde nuestro planeta al suyo, crea una inestabilidad de tres pares de grumones. 

Ahora mismo nuestros planetas están separados por la espuma cuántica, en ángulo en relación con el plano del multiverso, pero ya no estamos a 90º, la última vez que lo medí estábamos a 89.69º y me temo que cada vez estaremos más alineados. 

Cuando esto suceda..., la verdad es que no tengo claro lo que puede pasar, pero déjame decirte que según mis cálculos estaremos alineados a finales de diciembre de este año..., y aunque la precisión de mis ecuaciones no está muy clara, parece que será entre el 19 y el 23 del mes de diciembre o, como decimos mostrando el error estadístico, el 21 +/- 2 dias. Demasiada casualidad para que pueda sentirme tranquilo, la verdad es que mi mente científica empieza a ver co-incidencias por todos lados.

Después de lo que me explicó Takeshi, desde la mañana del día siguiente, aunque con resaca, me he puesto a destruir todos los tupper, acabo de visitar a mis vecinos y en lugar de pedirles sal les he pedido tuppers para, presuntamente, montar un picnic con mis catorce amigos y sus parejas, y claro, son tantas las tortillas y el lomo empanado que necesito muchos tuppers. Creo que ya he destruido cincuenta y siete de esos engendros. Desde aquí hago un llamamiento urbe et orbe, pasadlo por FB, por TW, incluso atreveos con el Tuenti o que lo hagan vuestros hijos, y escribidlo en el ADV, y compraos spray para hacer graffitis e inundad los muros de vuestra ciudad, y tatuaros "Destruid los tupper!".

Quizás ya esté todo escrito y estemos predestinados, pero creo que debemos intentarlo.

martes, 31 de julio de 2012

Sigo de viaje por el multiverso..., ahorita vuelvo...

Hace un rato he pensado,
"tengo el blog abandonado"
así que he venido a curiosear,
y este blog sigue su navegar.

Una vez conectado he pensado que, aunque solo fuese por tener una entrada antes de que acabe este mes, algo tenía que escribir, era una cuestión "McFly", y una de mis neuronas me llamaba gallina mientras la otra se revolvía y se encendía, soltando gasolina, o adrenalina, o cualquier otra -ina que no fuese gallina. Mi tercera neurona (la psicópata) ha encendido una cerilla y con la gasolina ha quemado la gallina, y ya veis, aquí estoy.

Que lejos queda la acelerada e hiperventilada profusión de principios de año, en que casi publicaba una vez cada dos días de media. En esos días me veía en ascensión al monte Fuji, o al Kilimanjaro, o cualquiera de esas montañas míticas que seguramente nunca escalaré, y cada metro, cada relato, me ponía en el camino de ser un escritor con un libro, o dos, o tres...

Pero en este mundo todo son montañas rusas, y vas de bajada a tumba abierta cuando solo puedes dedicarte a escribir las madrugadas, después de cenar, pero el trabajo hace que te quedes "pajarito" a las 23h..., entonces ves pasar los días..., y luego las semanas..., y ni de leer tienes ganas..., o te falta el tiempo para ello..., y como la rana del pozo, sientes haber subido 2 metros y bajado 2'15, y aunque, como todos sabemos, 15 centímetros no sean gran cosa (ehem), cuando apuntan hacia abajo son un gran problema (ehem).

Así que aqui estamos..., sin saber bien que contar..., aunque bueno..., sí..., alguna que otra curiosidad si que puedo explicar. De entrada me ha sorprendido ver que el blog "va solo", y con eso quiero decir que sin que haya nuevos relatos, las lecturas se van manteniendo bastante bien (aunque "bien" es un término difuso, y en el ámbito de mi humilde blog significa 10 lecturas diarias). 

Pero lo que más gracia me ha hecho mientras curioseaba son ciertas estadísticas del blog, empezando por quien me visita a partir de búsquedas de internet. Las tres más divertidas son éstas:
  1- relato erotico en la montaña rusa
  2- freir huevos y planchar corbatas sexo
  3- soñar con tocar las tetas a una zombie

Que sí..., que en algún relato hablo de una montaña rusa, pero no es un relato erótico, y no puedo entender que nadie busque relatos eróticos que impliquen montañas rusas, y aunque el sexo en público tenga cierto morbo, nunca se me ocurriría hacerlo en una montaña rusa, llamadme gallina, y esta vez hasta la neurona McFly hará como que no ha oido nada.

En otro relato uso la típica expresión "freir una corbata o planchar un huevo", pero en este caso el pobre buscador de Google no supera el test de incongruencia semántica y no es capaz de mantener el tipo.

Sobre la tercera búsqueda..., la zombie y sus tetas aparecen, asi que por ese lado creo que bien, es decir, que tal y como está el tema de las novelas hoy en dia, es perfectamente normal que alguien, prototipo adolescente, se ponga a buscar en internet información sobre sexo, zombies y quizás hasta vampiros. Será que como el sexo normal ya lo tienen superado, buscan la novedad de hacérselo con alguien a quien se le cae la carne a pedazos sanguinolentos, o el morbo de que alguien les chupe la sangre porque los otros chupetones ya los tiene más que superados.
Otra cosa muy curiosa es ver de donde me leen, mayoritariamente y obviamente de España (1866) pero un alto volumen de Estados Unidos (916) llegando a 24 lecturas de Letonia. A ver, letones, hagan el favor de añadir algún comentario, me gustaría saber quienes sois. Naturalmente lo más probable es que los letones no sean más que alguna página web de esas de spam, pero bueno, de momento me quedo con la ilusión.

Luego está el ránking de lecturas, el Top 3 de mis relatos, que está bastante enfocado a mis historias sobre el multiverso, un proyecto ambicioso que necesita tiempo para crecer y convertirse en una novela:
1- Con 159 lecturas, lo cual con la poca gente que me conoce no está nada mal:
     http://quantaoutofnowhere.blogspot.com/2012/06/noticias-de-un-universo-alternativo.html
2- Con 109 lecturas, una curiosa historia-anécdota de "terror" (light, mis historias de terror son light):
     http://quantaoutofnowhere.blogspot.com/2012/05/la-curiosa-historia-de-una-oficina-con.html
 3-Con  94 lecturas, otro relato del multiverso:
     http://quantaoutofnowhere.blogspot.com/2012/02/noticias-de-un-universo-alternativo-ix.html

Bueno..., burla burlando al final he escrito más de lo que pensaba inicialmente, que al entrar era solo por saludar. Espero que en breve pueda volver a mis noches de juntaletras, que la neurona escrimaginadora se está poniendo nerviosa y se llena de tantas cosas que al final mis sueños son un caos de tres pares, y eso es de lo peor porque ni los escribo ni me despierto descansado.

Hasta pronto.

miércoles, 13 de junio de 2012

Noticias de un universo alternativo (XIII)


La crónica de este mes será un poco especial porque la historia no es de este universo, y no se trata de una frase impactante de un relato inventado, sino de una ¿sencilla? realidad. 

Los lectores de esta revista sabéis de la existencia de los 7 Universos interconectados, algo teorizado hace casi un año por el Doctor Takeshi Martinez y descubierto poco después gracias al caso de los neutrinos hiperveloces. Seguro que muchos habéis leído las crónicas de los corresponsales que se han desplazado a universos como el quinto o el séptimo, y os habréis sorprendido con las grandes similitudes así como con las extravagantes diferencias, en lo cultural especialmente.

Sin embargo, hasta ahora poco se sabía del sexto, más allá de ciertos contactos a nivel científico. Estrechar las relaciones entre universos es una tarea que lleva su tiempo, donde prima el Principio de Minima Acción, y hasta la fecha los del sexto no parecían tener especial interés en nosotros, al menos si hacemos caso de sus excusas, que eran todas ellas variantes de lo mismo: "No tenemos tiempo".

Bueno..., pues ya tienen tiempo. Ya se han intercambiado delegaciones diplomáticas y comerciales, y poco a poco vamos aprendiendo mutuamente unos de otros. Pero vamos a lo que importa, vamos a lo que os quiero explicar de ellos porque es muy interesante.

Según nos cuentan y por lo que ya se conoce de su cultura, su nivel de alfabetización ronda el cien por cien, tan solo viven ajenos a ello unos pocos cientos de miles de habitantes de una región del trópico, por propia elección vital. Su plan de estudios mundial, lo llaman LSC por Ley del Sentido Común, no ha cambiado de manera significativa en los últimos 100 años, y su base potencia aspectos como Lectura, Escritura, Imaginación y Pensamiento Crítico.

Con un plan de estudios como el que os comento, no es de extrañar que tanto la lectura como la escritura sean piezas clave de la cultura, hasta el punto que en su Declaración Universal de Derechos Humanos aparece el de "Escribir un libro, y que sea leido".

Sin embargo, casi nunca hay blancos y negros, ni en este universo ni en el sexto, y con el tiempo sucedió lo que sucedió. Al fenómeno lo llaman La Burbuja, pero a diferencia de la de aquí, la suya es un poco especial y os explico como apareció, como creció, y como ha explotado en fechas recientes.

Como os decía, leer y escribir son sus dos mayores pasiones, ocupan gran parte de su tiempo libre en ellas y son buenos, muy buenos, en ambas dos. Pero de ambas, a la que le dedican más tiempo es a la escritura, y todos escriben casi cada dia, y por tanto crean casi cuatro novelas por año. 

La población mundial, casi toda alfabetizada, lectora y escritora, ronda los cinco mil millones de almas. Haced los cálculos y vereis el problema: Una inmensa burbuja de casi quince mil millones de novelas anuales (los crios de menos de 4 años no escriben), todas ellas clamando por el Derecho Universal de Lectura casi como aqui se lucha por el derecho al techo bajo el que vivir.

Por lo que he podido escuchar, oficiosamente, de mis fuentes en la delegación comercial, aquí vamos a ver muchos cambios en el panorama de las letras. Si no lo he entendido mal, los del sexto están dispuestos a contratar en nuestro universo lectores de sus obras, sea pagando de su bolsillo, sea a través de contratos gubernamentales de promoción de los derechos universales.

Hasta ayer mismo, la vida de los escritores en nuestro universo era algo complicada, con la llegada del libro digital, cuando lo mismo los adolescentes rebeldes que las amas de casa que los carpinteros que los astrofísicos podían publicar lo que escribían (todos somos escritores, todos somos entrenadores de fútbol), haciendo que el volumen de la oferta saturase el mercado, casi como cuando vas a un Starbucks y tantas variantes te complican que café tomar.

Desde hoy mismo, con los del sexto desembarcando sus miles de millones de libros, el oficio de escritor, al menos en nuestro universo, se verá abocado a una profunda reconversión, quizás incluso a su desaparición. Claro que, por otra parte, la idea de que te paguen por leer no deja de tener su atractivo.
Ezequiel Gomez
Colaborador de la revista ¿Lees o escribes?, 
Universo 3, Barcelona

miércoles, 30 de mayo de 2012

La curiosa historia de una oficina con historia


En un país casi sin industria ni agricultura no parece arriesgado decir que, o curras en un bar, sirviendo cafés, o trabajas en una oficina, moviendo papeles. Bueno, si no estás en el paro, sino también moverás papeles, y te servirás, en lugar de cafés, alguna tila.

Así pues la mayoría de los que me lean tendrán su propia imagen de lo que es una oficina: mesas de color madera hechas de vaya-usted-a-saber, sillas de tortura presuntamente ergonómicas, una máquina multiusos (fotocopiar caras es uno de ellos), algunas plantas de plástico verde (la tierra por el suelo queda mal) y una máquina de donde sale algo que se ha dado en llamar café de oficina a falta de un término que no sea malsonante.

Casi todas las oficinas son espacios funcionales, y suelen llamarse inteligentes. Tanto como para asarte en primavera porque no toca encender el aire acondicionado hasta julio o pelarte de frío cuando el calendario dice que todavía hace buen tiempo para encender la puñetera calefacción.

La mayoría tienen grandes ventanales que ofrecen los beneficios de la luz solar y deslumbran tanto que debes ponerte de lado para intentar ver algo en tu pantalla porque el listo que organizó las mesas visitó el despacho de noche o era ciego.

Lo anterior es de lo más normal, te choca la primera vez que lo vives pero luego, cuando lo comentas con los amigos o la familia, ves que se ríen y te dicen "¿en tu oficina también?", y despiertas a la realidad de la matrix y ves que las idioteces supinas son comunes como la sal. Que ya que estamos me vais a permitir aproveche la frase y me pregunte ¿por qué narices se les llama idioteces supinas, es que la posición prona no permite al cerebro soltar idioteces?

En mi caso, sin embargo, mi primera experiencia laboral en una oficina fue..., ¿cómo podría decirlo? algo especial, y me dejó una marca imborrable.

Llegabas a la puerta de la calle y te entraba la sensación de entrar en un santuario, al pasar por una pequeña puerta que se abría en unas inmensas puertas de madera maciza que debían pesar tres toneladas.

Caminabas unos pasos, subías un par de inmensos escalones, y te enfrentabas con la primera prueba de los círculos del infierno: el ascensor. 

Quizás pensareis que soy un gallina, pero a ver con que agallas os meteríais vosotros en un ascensor de plaza y media, con banco de madera, puertas plegables de madera, paredes de madera y suelo de madera. Nunca me atreví a mirar hacia arriba pero me temo que las poleas también eran de madera, y mientras esa infernal máquina subía hasta el tercer piso yo daba gracias a las enseñanzas salesianas, rezando todo lo que sabía. Mi mayor terror era que las puertas, algo desajustadas, se abriesen a medio camino, ya que eso bloqueaba el lento viaje.

¿Subir andando, decís? ¿Subir andando hasta un tercer piso que en realidad era un quinto al haber entresuelo y principal, con escaleras estrechas mal iluminadas, cuando fumaba casi dos paquetes al día? De algo hay que morirse, si no era el tabaco que fuese el ascensor.

Después de ese viaje llegabas a la oficina, y le llamo oficina porque para eso lo usamos, pero en realidad era un piso de hace un par de siglos (había escrito siglo pasado, pero lo he tenido que cambiar, ¡cómo pasa el tiempo!), así que lo que en una oficina se llaman despachos aqui era más divertido, el salón era el despacho de los administrativos, el comedor era el de los informáticos, las dos habitaciones pequeñas servían de archivadores y la habitación de matrimonio..., bueno, eso daría para otra historia y todavía estamos en horario infantil.

Una cosa buena sí tenía esa oficina, cuando en otras aún no estaba permitido ni había espacio para ello, ésta tenía una cocina "de las de antes", con muchos armarios para almacenar, entre otras cosas, el indispensable alimento del oficinista (el café). En esa cocina nosotros desayunábamos cada día unos suculentos bocatas de pan crujiente untado con tomate y aliñado con aceite y sal, en el que depositábamos finas lonchas de un jamón recién cortado, manjar que acompañábamos con un vaso de tempranillo (o dos) y finiquitábamos con un café y un cigarrillo (sí, chavales, hablo del siglo pasado, cuando aún se podía fumar en el trabajo). En esa oficina, además, tomábamos café con olor y sabor a café de verdad, y los cortados los hacíamos con leche condensada.

Pero no todo podía ser positivo, así que nuestra oficina tenía algunas cosas peculiares, que comentábamos entre nosotros haciendo las típicas bromas tontas y sin gracia con las que sin embargo todos reíamos.

Una de esas cosas era el colmo del pijerío y el más que seguro trauma psicológico del pobre hombre que vivió allí. Imaginaos un cuarto de baño..., ¡¡¡con moqueta!!! El material, rojo como la sangre, no se bien si era de terciopelo o de simple raso o de cualesquiera de esos nombres que yo, en mi condición de hombre, ni conozco ni nunca podré llegar a diferenciar. No puedo imaginarme el miedo del pobre tipo al ir al cuarto de baño, aunque supongo que finalmente se decidió por hacerlo sentado, e incluso entonces, tuvo que usar un poco de papel higiénico para secarse esa maldita gota y no enfurecer a su señora.

La otra peculiaridad de la oficina..., bueno..., ésta todavía me produce escalofríos ahora que la rememoro y estoy seguro que no es a causa del ventilador que tengo encendido para pasar el calor primaveral.

En esa oficina..., en ese cuarto de baño enmoquetado..., había una bañera de esas grandes, pero grandes grandes, no las muestras de minimalismo que ahora ponen en los pisos que parece debas ser un yogui y en las que ni te planteas darte un largo y sensual baño con tu pareja por miedo a quedaros encajados sin poder salir.

Desembarcamos en esa oficina llevando sillas y mesas desmontadas, archivadores y cajas de cartón..., y cuando entramos al baño después de montar las mesas y sacar el polvo a las habitaciones, pensando en lavarnos las negras manos..., el primero que entró llamó a su compañero más cercano, éste a su amigo, el otro a dos más, y nos reunimos como doce en el cuarto de baño (sí, era un cuarto de baño inmenso) todos mirando la bañera... llena de un líquido pardusco, entre rojo y marrón, en algunas partes más rojo que marrón, en otras con tonos casi negros y un aspecto denso, no de agua sino de algo..., que casi parecía vivo..., que casi parecía moverse.

Estuvimos dos años en esa oficina. Nadie, ni nosotros, ni nuestro jefe, ni la casera, nadie se atrevió nunca a pedir que desatascaran la bañera. Nosotros entrábamos a usar el lavabo pasando el tiempo imprescindible y si nos quedábamos tarde a trabajar solíamos ir al bar que teníamos debajo, ya que la bombilla del cuarto de baño daba poca luz y entonces el líquido de la bañera parecía intentar acercarse a nosotros.

Recuerdo una vez, cuando todavía no teníamos miedo sino ignorancia, ese día llovía a cántaros, y un compañero, al llegar, colgó su impermeable, chorreante, de una percha que había encima de la bañera. El caso es que, al irse por la tarde, el impermeable había desaparecido. Hicimos la broma de que estaba en el mismo sitio que los paraguas que desaparecen, pero el líquido de la bañera tenía un color diferente, y ese día comenzó nuestra particular historia de terror en la oficina.

Unos años más tarde, investigando viejos periódicos de hace dos siglos para una de mis novelas de terror, di con la noticia y todo quedó claro para mi: El marido de la condesa de Montiel había desaparecido de su domicilio y nunca se volvió a saber de él. La condesa se trasladó a su torre en la zona alta de la ciudad, pusieron el piso en venta y, como no se vendía, acabaron poniéndolo en alquiler. La dirección y piso coincidian con las de mi primera oficina.

Así que, en mi primer trabajo, me pasé dos años meando al lado de un conde, bueno, al lado de lo que podría llamarse un conde líquido, es decir, liquidado. En las charlas en la cocina siempre dijimos que quien tuviese huevos que metiese la mano en la bañera, pero creo que todos sabíamos, sin saber, que la bañera era peligrosa.

viernes, 25 de mayo de 2012

El rumor de los insectos nocturnos


Hace unos días me presenté a un concurso de relatos, la III Edición concurso relatos de Infectados Blog (http://infectadosblog.blogspot.com.es/2012/05/tercera-edicion-concurso-de-relatos-de.html) un concurso en el que los relatos debían ceñirse a una temática muy particular (Lovecraft y Arkham) Se presentaron un total de 18 escritores, y hace un rato han salido los resultados (Otros 3 - Gustau 0). Aqui teneis el relato con que participé, espero que os guste un poquito. 

El rumor de los insectos nocturnos

La luz del flexo enfocaba el sillón de lectura, el resto del despacho estaba en penumbra, y la ventana mostraba que la tarde era de un gris azulado, augurando otro día de esa llovizna ubicua que te moja, con paraguas o sin él, y te deja el alma triste.

El sillón estaba ocupado por un hombre de mediana edad, barba de tres días con algunas canas y unas gafas graduadas de estilo Lennon. En su regazo reposaba un libro antiguo de páginas amarillentas con escritos en tinta roja. En la página abierta el título rezaba “Ars Goetia”, y seguía una larga lista de nombres como Asmodeus, Belial o Astaroth.

El profesor Cornelius Floavert estudiaba libros oscuros, libros imposibles, libros que no existían. Los había leído casi todos, desde “El libro de Eibon” a “De Vermis Mysteriis”, pasando por los “Manuscritos Pnakóticos”.

Pero había un libro que todavía no había podido estudiar, uno del que ya dudaba de su existencia, el que muchos llamaban “La Ley de los Muertos”.

Enfrascado como estaba leyendo el arte de la brujería, analizando cada unos de los 72 demonios allí anotados, no escuchó el ligero ruido a su izquierda. Pero su visión periférica captó el sobre que alguien coló bajo la puerta.

Sabía que por mucha prisa que se diese, no vería al mensajero, que tan solo sería alguien pagado por el autor de la misiva. Así que cerró el libro con cuidado, lo depositó en la mesita frente al sillón, y se levantó, con el típico quejido de quien ya empieza a sentir en las articulaciones el paso del tiempo y la humedad del clima.

El sobre, de suave color beige, estaba lacrado, algo que ya no se veía mas que en las películas de tiempos antiguos. Curiosamente el lacre no era rojo sino negro, y en lugar del típico sello con escudo nobiliario, mostraba lo que parecían ser varios pentagramas entrelazados.

El papel en su interior solo tenía dos líneas escritas en rojo sangre. En la primera línea aparecían unas coordenadas (42º 40’ 5” N y 70º 53’ 51” O), y en la segunda, con un trazo irregular, un nombre, que parecía de origen árabe, algo así como Zahr-ad-Din.

Aunque la grafía era extraña, se parecía a un apellido imposible, lo mismo que la imagen del sello en el lacrado del sobre. Tenía que ser una broma estúpida de alguno de sus alumnos, que sabían de su debilidad por ese libro.

Sin embargo…, sin embargo, tenía el presentimiento de que el sobre era auténtico, ninguno de los imberbes “biebercillos” que poblaban el campus de la universidad de Syracuse hubiera usado el apellido en su grafía más desconocida, en su lugar habrían escrito el más común, Al-Hazred.

Le quedaban varios días de vacaciones ese año, como cada año, así que la idea de un road trip le apetecía bastante, tenía que comprobar en el mapa donde le llevaría esa aventura.

A la semana siguiente, una vez reorganizadas las clases con el visto bueno del rector, hizo una pequeña maleta, la puso en la trasera de su BMW i8 Spyder, encendió el navegador, y salió derrapando mientras gritaba “¡Arkham, allá voy!”.

Varios días y muchas millas más tarde estaba en Nueva Inglaterra, en el condado de Essex, de camino a un lugar arcano e inexistente. El extraño mensaje que recibió la semana anterior le invitaba a descubrir ese libro y le indicaba unas coordenadas muy concretas. Su navegador entendía esos datos además de los nombres de ciudades y calles, pero insistía en que en el destino, unas millas al norte de Salem, no había ningún pueblo.

Un par de millas después de dejar Salem por la ruta 107, Cornelius llegó a ver un letrero que ponía Innsmouth, Pop 108, aunque no vio ningún desvío, ni llegó a ver nunca ese pueblo. No le importó demasiado, ya que no soportaba el pescado crudo, y menos aún si éste caminaba por las calles.

Al llegar al cruce de Aylesbury tuvo especial cuidado para no tomar el desvío incorrecto, y giró a la izquierda cuando el navegador le sugirió la derecha, así consiguió evitar el pueblo de Dunwich y no encontrarse con el Dios de las burbujas brillantes, con alguien tan dado a los sacrificios humanos es un riesgo estar muy cerca, por mucho conocimiento que te pueda regalar si está de buenas.

Viniendo de Innsmouth, el navegador le hizo cruzar el río y entrar en la ciudad por la calle West, para luego hacerle girar a la izquierda en la calle Church, aparcando delante de la universidad.

Casi no lo podía creer, el lugar realmente existía y él estaba allí, y si ese allí existía, entonces…, entonces el libro también, y en breve podría leerlo y descifrar sus conjuros. Temblaba de anticipación, temblaba de excitación, y temblaba de frío.

Lejos quedaban los infructuosos viajes a Buenos Aires, Paris o Harvard, donde no había encontrado más que entradas falsas en las fichas de sus bibliotecas, con signaturas topográficas apuntando a estanterías inexistentes. Por no hablar del inútil viaje a California, donde un surfista se las dio de bromista añadiendo una entrada en la sección de religiones primitivas donde, por descontado, no existía ningún libro como el indicado.

Pero esta vez no había ninguna duda, estaba en un lugar que no existía, así que por fuerza el libro imposible debía ser real y estar cerca de donde él estaba, a las puertas de la Universidad de Miskatonic.

Subió los escalones de la entrada lentamente, cada paso como una reverencia, y cruzó las inmensas puertas abiertas con cierto miedo a que se cerrasen con él en medio. Caminó sin rumbo fijo por el inmenso lugar, sus pasos resonando en el silencio.

El silencio…, desde que había cruzado el río el silencio se había hecho el amo y señor, ningún pájaro piando, ningún perro ladrando, ningún niño gritando. Claro que tampoco se veían pájaros, perros o niños. Ni siquiera la brisa movía los árboles de hojas polvorientas, solo se oían sus pasos y el latido de su corazón.

Tampoco se oía ni veía a nadie por los pasillos de la universidad, y sin embargo no parecía un lugar muerto, era como si lo hubieran abandonado hacía escasos minutos. Al pasar al lado de un aula con la puerta abierta, Cornelius incluso pudo ver el polvo de tiza cayendo de la pizarra, donde se podía leer Prof. Al-Hazred, y debajo, Cthulhu 101.

Al-Hazred, ¡era quien le había enviado la invitación la semana anterior! ¡Dios mio!, ¡era alguien real!, ¡existía! Tenía que encontrar su despacho, estaba convencido de que el libro estaría allí, seguramente en una urna de cristal y con un conjuro de protección.

Subió lentamente las escaleras de mármol negro hasta el segundo piso, casi conteniendo la respiración, expectante, y siguió las indicaciones hasta el ala de literatura fantástica. Primero pasó por el despacho de un desconocido Prof. Esteban Reyes, luego por el de un tal Prof. Edgar Crow, y finalmente encontró el despacho que buscaba, el despacho del Prof. Abdallah Zahr-ad-din.

Cornelius tenía la boca seca y el corazón le palpitaba acelerado desde hacía rato. Pero al poner la mano en el picaporte las pulsaciones se redoblaron, y la expectación dejó un resquicio al miedo a lo desconocido, y ése miedo atávico se instaló en su alma.

Mientras abría la puerta del despacho del profesor, el silencio sepulcral de las últimas horas dejó de ser silencio para ser otra cosa, un extraño y sordo zumbido que parecía llegar de todas partes y hacerse sentir en todo el cuerpo, como si todo él vibrase. Ajeno a ese zumbido, Cornelius se sentía a escasos momentos del summum de sus investigaciones, y una fuerza parecía guiarlo hacia la penumbra del fondo de la sala.

El libro estaba protegido por una urna de cristal, tal como Cornelius había supuesto. Era bellísimo, con una tapa de cuero marrón desgastado por los siglos, con bordes negros y con un cierre tachonado con estrellas plateadas, más unos extraños pentagramas superpuestos y algunos símbolos que desconocía. Mirándolo más de cerca, confirmó las sospechas que se tenían, aquello no era cuero, la tapa era de piel humana curtida. Así que lo más probable es que también fuese cierto el que sus páginas fueron escritas con sangre humana.

Cornelius se puso de caras a la urna, con los brazos extendidos como en una invocación y cerrando los ojos recitó, en perfecto castellano antiguo:

“De los Primeros Engendrados, escripto está que esperan siempre al unbral de la Entrada, é la dicha Entrada se encuentra en todas partes é en todos tienpos, ca Ellos non conosçen tiempo nyn lugar, sino esisten en todo tiempo é en todo lugar, a la ves é syn paresçer, é los ay dEllos que tomar pueden diferentes Fformas é Maneras, é revestir una Fforma dada é un Rrostro sabido” 

Al acabar la invocación, la urna había desaparecido, y el libro aparecía abierto, mostrando una página con unas frases que Cornelius identificó como sumerias.

Dando tres veces la vuelta sobre si mismo, Cornelius Floavert escribió en el libro un anagrama con su apellido y la inicial de su nombre, y acto seguido se dispuso a recitar el conjuro en voz alta:

! Oh Tú que moras en la oscuridad del Vacío Exterior! Acude a la Tierra una vez más, Yo te lo ruego.

¡Oh Tú que habitas más allá de las Esferas del Tiempo! Escucha mi súplica.

¡Oh Tú que eres la Puerta y el Camino! ¡Acude! ¡Tu sirviente te llama!

¡BENATIR! ¡CARARKAU! ¡DEDOS! ¡YOG-SOTHOTH! ¡Acudid! ¡Acudid! ¡Pronuncio las palabras, Rompo Tus vínculos, el Sello ha sido apartado, pasa a través de la Puerta y penetra en el Mundo; he hecho tu poderoso Signo!

¡Zyweso, wecato keoso, Xunewe-rurom Xe-verator, Menhatoy, Zywethorosto zuy. Zu-rurogos Yog-Sothoth! Orary Ysgewot, ho-mor athanatos nywe zumquros, Ysechyroro-seth Xoneozebethoos Azathoth! ¡Xono, Zu-weret, Quyhet kesos ysgeboth Nyarlathotep! Zuy rumoy quano duzy Xeuerator, YZHETO, THYYM, quaowe xeuerator phoe nagoo, Hastur! 

¡Hagathowos yachyros Gaba Shub-Niggurath! ¡Meweth, xosoy Vzewoth!

¡TALUBSI! ¡ADULA! ¡ULU! ¡BAACHUR!

¡Acude Yog-Sothoth! ¡Acude!

El rumor fue subiendo de frecuencia, ahora se trataba de un zumbido inconfundible, no porque Cornelius lo hubiera escuchado nunca sino porque había leído sobre los djins y así era como se decía que sonaban. Su palidez evidenciaba ese conocimiento en la forma del más absoluto terror, aunque en sus ojos brillaba la felicidad al haber comprobado la realidad de aquel libro.

De sus páginas brotó, zumbando cual enjambre de mosquitos, un remolino gris, que envolvió a Cornelius y lo hizo desaparecer entre gritos que evidenciaban el dolor de quien sigue vivo mientras se hace pedazos y se enfrenta al misterio final de la entropía.

Los gritos desaparecieron en el remolino, el enjambre volvió al libro, cerrándolo, y formando sobre la tapa las palabras Kitah Al-Azif, devolviendo el sepulcral silencio a la ciudad de Arkham.

Mientras sucedía todo eso, deliberadamente ajeno a todo ello, Yog-Sothoth se entretenía viendo la Super Bowl desde un pub en Dunwich. Ser omnisciente no permitía saber el azaroso resultado de un partido, pero ciertamente si permitía saber cuando un vanidoso mortal invocaba de forma incorrecta a un Dios Exterior.