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domingo, 19 de septiembre de 2010

La migraña y yo, amigos de toda la vida


Te levantas de la siesta embotado, con los ojos medio cerrados y la boca apretada, en conjunto una cara de mala leche impresionante. De normal no eres ningun Adonis, pero ahora mismo asustarías al mismo diablo.

La tarde es triste, oscura por las nubes, y la lluvia duele en tu cerebro, ploc-ploc-ploc, como si las gotas cayeran en tu cabeza de golpe, haciendo un agujero, penetrando en tu cerebro.

Pero no es solo la lluvia, de repente eres dolorosamente consciente de todo a tu alrededor, oyes el ensordecedor tic-tac del reloj de la cocina, el frenético zumbido de la vieja nevera, el continuo brrrrrr del motor del ventilador, el quejido del sofa al moverte, y a los perros ladrando uno tras otro como si estuvieran charlando y a los críos llorando y de golpe todo el mundo se ha puesto a hacer ruido a la vez y eso te está matando.

Cada sonido es un cuchillo que se mete por tus cejas, hasta el fondo, y por mucho que presiones no hay manera, quisieras abrirte el cerebro a ver si asi lo consigues, pero no hay manera, te aprietas las sienes, te das masajes en el cuero cabelludo, con fuerza, con mucha fuerza, pero nada, y luego te golpeas en algunas zonas a ver si asi..., pero tampoco consigues nada. Y mientras tanto todo el mundo sale de casa y cierra la puerta de golpe, o vuelve a casa y cierra la puerta de golpe, o va al baño y tira de la cadena, o arrastra la puñetera silla para sentarse o levantarse, todo el mundo hace ruido, todo el mundo, parad ya con el ruido!!!

Mientras el mundo se ha compinchado en ser escandaloso, cualquier luz te molesta, pero eso ya es lo de menos, lo peor es que sientes cada uno de los pelos de los brazos, y sientes los brazos flotar, y en el estómago danzan los jugos gástricos cual mariposas enloquecidas, y te duele hasta el pensar, y ya notas que el pensar se vuelve torpe, desaliñado, desacompasado..., que tus pensamientos derivan a saltos desde el mismo dolor hasta elucubraciones ilógicas, pensamientos que de golpe se paran, como si te faltase la electricidad, te quedas quieto, como apagado, y luego de golpe todo sigue, con algunos pensamientos que claramente son de tu lado oscuro, alguno de ellos muy oscuro, casi como si hubieran abierto el manicomio interno y dejado salir a todos los pacientes, alguno muy viejo, alguno muy excentrico, alguno peligroso.

Te encuentras incluso pensando en que alguien se cargue al puñetero perro que ladra, o la rabia te invade con las vecinas que andan con tacones por su casa, punta-tacón, punta-tacón, y les envías un negro deseo de que se tropiecen con algo a ver si asi se quedan quietas..., y te pones una gorra bien ajustada a ver si así, presionando la frente, se reduce el dolor, pero no hay manera, y aunque te tomes la medicacion parece que esta vez no te va a servir de mucho, vas a tener que apechugar con las horas que haga falta para que esto se vaya.

Te preguntas si alguna vez dejarás de tener estos puñeteros ataques, que te dijeron que después de los 40 desaparecian..., y una leche!!!, quizás son menos frecuentes que cuando adolescente pero siguen siendo una mierda incapacitante. Te duele todo y no sabes como ponerte para que no duela, y malo si mantienes los ojos abiertos por el dolor hiriente de la luz, pero malo si los cierras por el caos de las puñeteras lucecitas que dan vueltas y cambian de color, del amarillo tan intenso que duele hasta el azul, puntitos y puntitos que aparecen, se intensifican, cambian de color, y dan vueltas, y te mareas, y vuelta a empezar...

En lo más álgido de esos ataques, eres dolorosamente consciente de que tus facultades no están nada bien, todo tu organismo tiene una juerga de hormonas y enzimas y neurotransmisores y queseyo, toda una montaña rusa de desequilibrios. En esos momentos, sientes que casi podrías hacer daño a quien hiciese un ruido excesivo, una llamada de telefono, el timbre de casa, dejar caer las llaves al suelo, gritarte..., ay!, si alguien te grita en ese momento tu lado oscuro podría salir de paseo y de golpe convertirte en un maníaco homicida, cualquier cosa por el silencio inmediato, sin pensar en las consecuencias.

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