Etiquetas

viernes, 25 de enero de 2013

El tipo del metro (II)


El tipo arrugado del metro dejó de aparecer por allí, dejándome con cierta preocupación por mi salud mental, ya que si me lo había imaginado todo estaba como un cencerro de medio kilo.

Las turistas japonesas, diferentes pero iguales, seguian haciendo fotos a cualquier cosa, hasta a las máquinas de billetes de metro, quizás por una concepción oriental de que todos somos uno con todo, quizás porque llevaban cámara digital y les daba igual hacer cien que doscientas fotos. De turistas rusas se veian menos, no debia ser temporada. De la temporada de botas mejor no hablamos que me pongo malito solo de pensarlo.

El tipo delgado del metro no volvió a aparecer por allí, ese hombre huesudo y arrugado que habia hecho un salto en el espaciotiempo para cambiar de anden, sin moverse de su banco, dormitando y con la cabeza colgando, había desaparecido sin dejar rastro.

Pero el universo ya habia lanzado sus dados, aunque yo aún no tenia ni la más remota idea hasta que me acerqué a la pared y vi la foto del tipo arrugado sentado en un banco del metro. ¡Era real! ¡Alguien le habia sacado una foto! ¡No estaba loco! Debajo de la foto una nota decia: "Si tu también lo viste llámame al 636868458".

Mi relación con los teléfonos es algo especial: cuando sonaba en casa tanto mi padre como yo esperábamos que mi madre dejase lo que estuviera haciendo para ser ella quien lo cogiera porque..., a saber quien era y que queria, además llevábamos fatal hablar sin contacto visual, con pausas que no sabias rellenar, en fin, esas manias que todos tenemos.

Así que podeis suponer mi grado de alteración emocional ante la foto del tipo huesudo porque marqué inmediatamente el número y le di al botón de llamar. Por si ello fuera poco atrevimiento, cuando respondió una voz femenina, ¡No colgué! (sí, sí, reiros lo que querais, los timidos somos asi).

Su nombre era Nieves, y me explicó que ella habia visto desaparecer al tipo del metro y reaparecer al otro lado del anden. Quedamos para vernos esa tarde y seguir hablando del tema, ella habia hecho varias fotos y queria enseñármelas y que le explicase lo que yo había visto y sentido, estaba eufórica al saber que no se lo había imaginado. Al preguntar como la reconoceria me dijo que llevaría lo mismo que aquel dia, una blusa rosa palo, tejanos y botas. ¡Dios mio, era la rubia despampanante del metro! Inicio de taquicardia, balbuceos al teléfono describiéndome para que me reconociera, me despedí de ella antes de volverme gelatina y estuve a punto de decidir no presentarme a la cita, demasiada mujer pa mi (sí, ni siquiera nos conocíamos, pero es que no solo Spielberg hace peliculas).

Esa tarde me presenté donde habíamos quedado, en un bar cerca de Plaza Catalunya. Como odio llegar tarde, llegué demasiado pronto, así que me senté y pedí un cortado. Como ya no fumo intenté pasar el rato mirando a la gente, imaginándome su vida, es algo que normalmente me relaja y me divierte. Pero ese día los nervios los tenia a flor de piel, tanto por las fotos del tipo delgado y arrugado como por conocer a la rubia con botas.

Cuando llegó,me cogió por sorpresa, porque lo hizo por donde no miraba. Me saludó y al levantar yo la vista me quedé catatónico. El dia del metro estaba espléndida, pero desde entonces se había teñido de pelirroja, y la tenía delante de mi, cual duendecilla irlandesa, mientras mi neurona intentaba no soltar ninguna frase tonta. Claro que por no soltar frases tontas no dije nada y ella debió pensar "vaya sieso el tio".

Fue empezar a hablar del tipo del metro, a explicar lo que vi, lo que senti cuando desapareció en un anden y apareció en el otro, y de golpe puse los nervios en el bolsillo interior de la parka y me dejé fluir. Por un instante me vi a mi mismo desde fuera, y me gustó lo que vi, era mi yo real, pero no el que muchos veían, sino el interno, ese que muestras a unos pocos y siempre al cabo de mucho tiempo.

Las almas resuenan de formas inesperadas, y ella reaccionó con la misma fluidez, en poco tiempo el tipo del metro pasó casi a un segundo término, salpicando nuestras impresiones con notas de nuestra vida, desde mi fetichismo por las botas, que ella compartía además de haberse dado cuenta de mi mirada el día del metro, hasta lo que nos gustaba leer, comer, y beber, pasando por lo que nos hacía vibrar, reir y llorar.

Cuando apareció el camarero queriendo cobrar el cortado y el te rojo nos dimos cuenta que habían pasado casi cuatro horas y sin embargo solo hacía unos minutos que nos conocíamos. Unos minutos en los que casi sabíamos el uno del otro lo que muchos matrimonios no se han contado en lustros de rutina y silencio. Ese nivel de conexión es mágico, y no sé si es por generar adrenalina, endorfinas, serotonina o cualquier otra de esas cosas que fabrica nuestro cuerpo, pero me sentía de puta madre y a ella se le notaba sentía lo mismo.

Al levantarnos de la silla notamos que el cuerpo nos pedía movimiento, y nos fuimos a dar un paseo, por suerte el invierno estaba siendo como un otoño tardío, así que, aunque algo tarde, no hacía frio. Al ir a cruzar la calle, con el hombrecito en verde, ella no se fijó en un ciclista despistado que iba a su bola, y tiré de ella por el brazo para evitar se la llevara por delante. Con esa acción, sumada a la taquicardia del susto, acabamos mirándonos a pocos centímetros el uno de la otra, y tanto la otra como el uno sonreimos, y tanto el uno como la otra nos besamos. Primero con curiosa suavidad, pero luego ya notamos que la otra y el uno nos gustábamos, y el uno y la otra pasamos directamente a lo que se podría llamar "la fase del muerdo".

En un momento de parada para respirar y sonreirnos con los ojos, el hombrecito estaba de nuevo verde, la gente cruzaba y nos empujaba, asi que hicimos lo mismo y caminamos hacia la plaza, para poder sentarnos en uno de los bancos, porque estaba claro que los besuqueos y arrumacos iban a seguir un rato. Nos sentamos y nos abrazamos y nos besamos y pronto ambos metíamos las manos por la parka del otro, descubriendo el cuerpo del otro, tocando y palpando, presionando donde había que presionar, buscando el placer del otro y sabiendo que sería mutuo.

Nuestra excitación crecía por momentos, y solo el frío evitaba nos quitáramos la ropa alli mismo, mis manos pinzaban sus pezones y la hacían gemir mientras ella frotaba su mano en mi dureza de una forma tan salvaje que pensaba que acabaría por sacármela sin bajar la cremallera, si seguía así iba a durar poco, en ese momento todo lo que sabía del sexo tántrico se estaba yendo a hacer puñetas porque mi mente ya estaba a la temperatura en que las sinapsis se ponen a bailar break dance y el cerebro superior se funde y deja paso al mini-yo que hay bajo el cinturón.

Mientras una de mis manos buscaba su entrepierna y la otra seguía torturando su pezón más sensible, el izquierdo, me dispuse a morderle el lóbulo de la oreja y le aparté el pelo. Entonces me quedé quieto de golpe, dos dedos en uno de los pezones, una mano tocando su humedad, la boca cerca de su oreja, y mis ojos abiertos de par en par, fijos en el otro extremo de donde ella y yo nos estábamos pegando un repaso y calentándonos como un microondas.

En el otro extremo del banco, sentado, con la cabeza colgando a un lado, arrugada la cara más allá de lo que es posible arrugar nada, estaba ¡el tipo del metro! Ella y yo le miramos, luego nos miramos, asombrados; todavía abrazados, nos acercamos a él, y lo tocamos en el hombro, para ver si despertaba y podíamos saber quien era y que nos explicara lo del metro.

En ese momento hubo un destello de luz blanca que nos deslumbró, y cuando recuperamos la visión, solo estábamos los tres y el banco, el resto de la plaza no estaba, los edificios alrededor de la plaza no estaban, no había nada salvo nosotros y el banco, el resto era una nada de color gris uniforme por todos lados, casi te mareabas porque no sabías donde era arriba o abajo, aunque por suerte el banco y el tipo delgado eran un fantástico punto de referencia contra el que anclar nuestro miedo.

Luego vimos como la cabeza del tipo arrugado se movia, pasando de colgar sobre el hombro derecho a hacerlo sobre el izquierdo, y de nuevo la luz cegadora, y de nuevo tardamos un rato en volver a ver, y entonces ya no estábamos en la nada gris, pero tampoco en la Plaza Catalunya, sino en la Plaza del Sol, los tres y el banco, nosotros dos abrazados, aluciflipando en colorines, y el tipo delgado seguía dormitando, sentado en el banco, con la cabeza colgándole sobre un hombro.

jueves, 17 de enero de 2013

El tipo del metro

Eran las tres y cuarto de la tarde, todavía no había comido, y las tripas me rugían de manera irreverente mientras descendía del tren en Plaza España para dirigirme al metro y continuar a mi oficina. 

Mi caminar siempre ha sido rápido, incluso paseando parece que corra, en tiempos mi madre decía que mi ritmo era el de un legionario. Así que entre eso, el hambre, y que después de tantos meses me conozco bien el trayecto, caminaba con el piloto automático, sorteando a los lentos a mi paso, y solo reducía el paso si la lenta que me encontraba lo merecía (camino rápido pero no estoy ciego, y ya es temporada de botas).

Al llegar al andén de la linea roja, en la dirección que me llevaría a Urquinaona para hacer el trasbordo a la línea amarilla, caminé hacia el final del andén para poder entrar en los vagones menos llenos. Entonces me relajé y me puse a observar a la gente.

Cerca de mi había una pareja de turistas japonesas haciéndose fotos con el movil como si eso del metro fuese una exposición de arte. A pocos metros de las japonesas había dos chicas que tenían toda la pinta de ser rusas, y se sentaban en sus maletas frente a frente, sus caras sonreían y sus manos hablaban sobre caricias entre sábanas y desayunos juntas.

Entonces, al mirar más allá de las rusas, lo vi, y me llamó inmediatamente la atención. Era un tipo delgado, huesudo y arrugado, parecía que en el diccionario debía aparecer su foto junto a la definición de lo que es un tipo delgado, pero arrugado no le hace justicia, su cara era la arruga por si misma, hasta sus arrugas estaban arrugadas.

El tipo estaba sentado en uno de los bancos del andén, esos tan y tan cómodos, de madera pintada de marrón y esa forma que presuntamente es ergonómica aunque te deja siempre con un dolor de columna que a veces piensas si quien los diseñó tenía acciones en una clínica de quiromasajistas o su primo era traumatólogo y le pasaba comisión.

El tipo delgado y arrugado tenía las piernas cruzadas como solo las mujeres pueden cruzarlas, como solo los tipos huesudos de piernas delgadas pueden hacerlo. La pierna izquierda parecía estar completamente por encima de la derecha, como si se hubieran fusionado por la parte de la rodilla, formando una figura casi imposible.

La delgadez hecha hombre vestía un pantalon de tela gris claro y una cazadora negra de polipiel, ambos algo viejos y gastados, aunque con menos arrugas que quien los llevaba encima. Los zapatos eran marrones y con cordones, que no debían ser los originales porque eran negros. Los calcetines, blancos, estaban enrollados en los tobillos, dándo al conjunto un aspecto desequilibrado, confuso, desastrado.

Pero lo que me llevó a fijarme en él, más allá de su cara de pasa de Corinto, fue que la cabeza la tenía torcida hacia un lado, casi colgando en el aire, como si le hubieran roto el cuello. Su postura, tan incómoda, era la de una figura absolutamente inmóvil, como la de las estatuas humanas que hay en diferentes zonas de la Rambla.

No movía ni un músculo, a pesar de la incómoda postura, de toda la gente que pasaba a su lado o la que se sentaba en el mismo banco a esperar el siguiente metro. Una de las dos japonesas hizo una foto a la otra con la mano aguantando la cabeza colgante en plan "yo aguanto la torre de Pisa", y el tipo delgado ni se dio cuenta, siguió inmóvil.

Un movimiento rosa en mi visión periférica hizo que girase la cabeza para admirar lo generosa que fue la naturaleza con el cuerpo de una rubia. Primero vi llegar su personalidad, bien definida bajo una camiseta media talla menor a la que le tocaría, y un palmo más tarde llegó el resto de ella. ¡Ay! Ojalá fuera igual de fácil detectar a primera vista la densidad de neuronas y su estructura...

Entonces me giré y el tipo delgado, huesudo y arrugado, ya no estaba en el banco del anden en direccion a Urquinaona. Estaban las rusas con sus manos parlanchinas, las japonesas sacando fotos hasta de las máquinas de chucherias, el resto de habituales de la línea a esa hora, unas volviendo del trabajo, otras yendo. Pero el tipo delgado, huesudo y arrugado, no estaba, había desaparecido en el tiempo que tardé en alabar a la naturaleza por el cuerpazo de la rubia. 

Entonces llegó el metro y, mientras subía al vagón, lo ví, exactamente en la misma posición corporal, sentado en el mismo punto del banco marrón. Pero el banco estaba en el andén de enfrente, en dirección contraria.

Mi mente racional me cuenta, me explica, me quiere convencer, razonando, que a esas horas y con solo un café con leche y un donut, mi nivel de azucar era tal que mis neuronas (las dos que tengo, tampoco es como para tirar cohetes) no tenían suficiente potencial para trabajar en condiciones normales, y que en mi mente se me había descuajaringao el equivalente a la junta la trócola, dando origen a una alucinación de las que te pueden ingresar si lo explicas a algún psicólogo.

Mi mente racional es una aburrida, le falta imaginación, y la mitad de las cosas mágicas, las que en realidad definen lo bueno de la vida, se las pierde o no las entiende. Yo sigo pensando que no fue una alucinación. La próxima vez que vea al tipo delgado, le sacaré una foto con el móvil, o mejor aún, lo filmaré en video, y con suerte seguiré grabando cuando cambie de anden en un plisplas. Bueno, salvo que pase por ahí otra belleza rubia y deje de funcionar mi mente racional, mi mente emocional se aturulle, y me convierta en un mandril de reacciones primarias.

sábado, 5 de enero de 2013

Tacita a tacita...

Al echar la vista atrás..., bueno..., si no te paras cuando lo haces seguro que te das de cabeza contra la señal de prohibido circular a más de 20, como hice yo hace varios lustros, porque soy el ser más despistado que nunca haya existido, si hasta mi cara aparece al lado de la definición de la palabra, aunque para preservar mi intimidad la han añadido como micropunto (fijaos bien, ampliadlo y vereis: Despistado).

Pero dejémonos de despistes y vamos a lo que vamos que si no nos vamos. Si te paras y miras atrás con cierta distancia, pues bueno, se ven cosas que no hubieras creido si te las dicen hace unos meses, sobre todo porque eres de natural incrédulo, con gotas de pesimismo, porque te conoces y sabes de que pie cojeas.

¿A qué viene todo esto? o preguntareis (o no). Todo esto viene de que hace ahora un año que retomé la escritura, y con ella la publicación en este blog. Hace un año que en el dia de reyes decidí que el pasado tenia que quedar en el pasado, y que los motivos pasados para no escribir no podían ser motivos eternos, ni repetirse de manera cíclica como la serpiente esa de las narices, Ouro-no-se-que. 

Pero este blog tiene algo más de historia pasada y nunca contada que seguro todos quereis saber (lo se, lo noto en el ambiente). Este blog nació en marzo de 2009, aunque este juntaletras llevaba bastante más tiempo escribiendo para audiencias minimalistas (entre cero y una persona, aproximadamente). Ese año se saldó con 35 entradas, algo bastante razonable ya que sale a una por semana contando desde marzo. 

Sin embargo, excepto el mes de mayo con 14 y el de abril con 8, el resto de meses de 2009 son testimoniales. El mes de mayo fue tan creativo porque me asaltó, con nocturnidad (yo escribo de noche) la idea de la serie de relatos Noticias de un universo alternativo, y ese mes escribí 5 de ellos. Ahora mismo voy por el nº 13 y se supone que un dia u otro me pondré a estructurarlos para crear una novela, pero eso es otra historia.

El año 2010 y el 2011..., me estoy devanando los sesos y no entiendo que pasó, más allá de mi natural inconstancia, para que ambos quedasen con 2-3 relatos. Es cierto que a mi el clima me afecta mucho, en invierno porque es invierno y en verano porque es verano, con lo que el despipote escrituril se concentra en primavera, pero esos dos años son patéticos. 

Que si, que fueron dos años de un par de proyectos muy duros, de los de trabajo lunes-a-domingo, pero vamos, por algún lado tiene que haber salido la presión intracraneal típica de los juntaletras, y no soy capaz de recordarla. A ver si fui abducido por una extratrerrestre pelirroja o algo asi, aunque entonces vaya una putada no ser capaz de recordarlo, no es que lo fuese a escribir ni nada de eso, pero ¡coño!, al menos recordarlo.

Entonces llegó 2012, y como a veces cuento, fue como abrir un grifo cerrado varios años, y dejar salir toda la presión acumulada. En enero 7 relatos, y una vez cumpli años, conseguí cerrar febrero con la friolera de 20 relatos, casi iba a uno por dia, salían como churros, y aunque seguramente alguno quedase como tal, creo que en general eran bastante buenos, dos nuevos de Noticias de un universo alternativo, y tres de una nueva serie llamada Gestalt que, aunque ha quedado algo olvidada por falta de tiempo, creo que tiene bastante futuro. 

En el siguiente mes mantuve el ritmo, y marzo acabó con 23 relatos. Bajó a 13 en abril y 8 en mayo porque ese tipo de salvajadas cuesta seguirlas si quieres dormir, y como no, llegó verano y la cosa cayó en picado, y luego un proyecto se llevó parte de mi tiempo libre (es la putada de ser autónomo y trabajar bajo proyecto, haces más horas que un reloj). 

Si cuento lo que he publicado en mi blog este año, salen 82 aportaciones (casi 2 por semana si quitamos vacaciones), pero es que además he tenido la gran suerte de poder colaborar en otros blogs: en el de mis amigas rubias pero listas Con un par de tacones, escrito a seis voces y diversos tonos de rubio (¿Que hacer antes de los 30? Informarse), y en el ambicioso proyecto de terror colaborativo La voz del espejo de una rubia morena muy británica (Al fondo a la izquierda), alguien que dará mucho que hablar cuando se quite el disfraz de Calimera (para más señas, aquí todos sus proyectos por el momento).

Si hasta he sido finalista en un par de premios..., uno ha sido la selección de 30 relatos de la Fundación Imprimátur en el Segundo Premio Imprimátur de Relato Breve 2.0, un concurso en la red sobre el tema de "Ilusión y Esperanza", con mi relato "La Ilu y la Espe", y el otro ha sido el certamen Vórtice I del Grupo Valentia, en el que también formé parte del grupo de seleccionados para su publicación, con el relato "El último que apague el gas". Eso por no olvidar (si lo hago se que me capan) una pequeña pero muy estimada aportación como autor del prólogo de la antología de relatos eróticos Se que estás ahí, de mi gran amiga Irene.

Las estadísticas del blog no son como para tirar cohetes, pero son infinito más de lo que hace un año pensé, cuando tenia como lectora a una amiga incondicional (alguien que desde hace mucho cree en mi como juntaletras y nunca se lo podré agradecer bastante): 5444 visitas en este momento, 35 seguidores por Google Friend Connect y 17 más por Networked Blogs

Aunque si sumo Wattpad, donde publico desde enero el mismo contenido que por aqui, entonces el nº de lecturas y seguidores se eleva sustancialmente: 98 seguidores, con un volumen de lecturas de 79.394 en el libro Retales que es donde mayoritariamente publico mis relatos (hay algunos con 3.000, otros con 700 y otros con 80 lecturas, tengo que analizarlo con más detalle), 7.179 de mi serie Gestalt, 39.235 de Noticias de un universo alternativo (picos de 3.700, base más o menos estable de 1.800 lecturas, así que realmente tiene potencial) y 5.650 lecturas de la serie de poemas Hokku, haikus y otros poemas olvidados. Luego ya como algo que me llena de orgullo y satisfaccion, hay un par de relatos sueltos que rompen mis propios records: Cualquier tiempo pasado fue..., posterior (con 1307 lecturas), y La leyenda de los tres ángeles (con 816 lecturas).

Hace años dejé de hacer propósitos de año nuevo y decidí simplemente cambiar y hacer cosas nuevas cuando me lo pidiera el cuerpo. Así dejé de fumar un 22 de Diciembre de 2004 a las 2 de la madrugada, así volvi a escribir "en serio" (más o menos) un 6 de Enero de 2012, y así seguiré haciéndolo con todas las cosas que crea es el momento de hacer. Ahora el cuerpo me pide seguir escribiendo, seguir mejorando en ello, y también me pide que haga un pequeño experimento, una especie de prueba de temperatura.

No creo tener todavía musculatura escrituril suficiente como para novelar la serie de relatos del multiverso Noticias de un universo alternativo, y tengo claro que me encuentro cómodo, muy cómodo, escribiendo relatos cortos. También tengo claro que alguno de los que he escrito este año ha quedado bastante bien, al menos las lecturas y comentarios así lo demuestran.

Así pues he decidido que voy a seleccionar algunos relatos ya publicados en este blog, intentando que tengan un nexo común, y con ellos voy a hacer algo nuevo (voy a intentarlo, al menos). La idea es ponerme a escribir relatos que los unan todos como si fueran una cadena de una misma historia o caras de un dodecaicosaedro (juro que el palabro me ha venido ahora mismito, pero me gusta la idea que sugiere y es posible la tenga en cuenta).

Si salgo de esto en un tiempo finito y sin magulladuras, hasta podría ser que me atreviese a lanzarlo al aire a ver que pasa, sea por la autopublicación tan de moda, sea por regalarlo en el metro, sea por colgarlo de las farolas como quien se ofrece a dar clases particulares.

Ustedes vosotros que me leeis (¡gracias!, ¡gracias!), ¿como lo veis?, ¿me lanzo a la piscina o todavía hay poca agua para eso? Vosotros que podeis ver mis escritos de manera más objetiva, ¿que relatos pensais "valen la pena"?

martes, 1 de enero de 2013

Blue state of mind


Green is my skin, green, because I'm a frog.
But green is not my color, it never was.
Always wore dark colors, blue, or black.
Always felt myself, deep inside, a blue frog.

Poor, poor frog, you'd think, sad, sad frog.
But blue is a state of mind, not only a color.
Always feeling friend's feelings as yours.
Always listening to them, to absorb them.

Blue is my color, blue, heart and soul.
But being blue is not being lonely.
Although blues need some time alone.
Although blues need some blues around.

Green is my skin, green, because I'm a frog.
Blue is my color, blue, heart and soul.
But being blue is not being lonely.
Blue is a state of mind, not only a color.

But even blue people would bright in green,
when there're friends pouring over yellow paint.
You'll never know, how your color can change,
with no apparent reason at all, if you're blue.