Etiquetas

sábado, 11 de agosto de 2012

El extraño caso de las cabezas menguantes...


Hoy acabo de descubrir que los extraterrestres existen, y están entre nosotros. Ya se que os parecerá una frase de lo más conspiranoico, de esas que sueltan los frikis esos que tienen páginas donde nos ponen sobre aviso, donde nos cuentan que la invasión ya ha sucedido, donde nos advierten que nuestra suegra es un alien (¡que me vas a contar!), o que esa vecinita imponente es en realidad un monstruo devorador de cuerpos (pues mientras la sepa ch----, bueno, que de algo hay que morir). Pero en mi caso no soy un friki conspiranoico explicando tontadas, mi historia es real, ¡debeis creerme!

La cosa ha sido realmente inesperada, estaba comprando en el super, o mejor dicho, estaba en la cola del super esperando para pagar lo que había comprado (agua, zumo, gazpacho, fruta, leche, vamos, lo que necesita mi cuerpo con este insoportable calor que funde los sesos) y mientras esperaba me entretenía mirando a las personas que estaban por delante, imaginándome historias con cada una de ellas (es lo que hace todo el mundo, ¿no?, ¿no?, ¡que me dices!, ¿que soy un bicho raro?).

A mi derecha tenía un tipo de los que podías calificar de Rodriguez, ya sabeis, el típico marido que se queda solo en la ciudad mientras la mujer y los hijos están en la playa. La compra acorde con su aspecto: a la camisa le faltaba un planchado, a los zapatos doce golpes de cepillo, al cinturón le faltaban agujeros para contener su "curva de la felicidad". 

Como decía, la compra lo definía como Rodriguez: 2 pack de 8 cervezas, un par de bolsas de salchichas de frankfurt, unos jabuguitos, taquitos de jamón, una tortilla de patatas con cebolla, barras de pan congelado y un variado de terrinas de helado de medio kilo. Por descontado, el tipo iba a crecer en diámetro en los pocos días que su mujer no le cuidase. El ya se cuidaría a su manera, con eso y las pelis porno después de los deportes sería feliz rascándose donde le diera la gana cuando le diera la gana, y dormiría ocupando toda la cama. En la llamada de cada noche le diría a su mujercita que la echaba de menos, aunque en realidad fuese una mentira a gritos.

Pero me estoy desviando del tema. El tema es que cuando he girado mi cabeza hacia la izquierda, a la altura de mis ojos han aparecido un par de..., un par de peras, un par de tetas, unos pechos, y acto seguido para tener una visión de conjunto he hecho el típico barrido "arriba y abajo"..., o mejor dicho, he empezado con el típico barrido..., y me he quedado clavado en el "arriba". Resulta que al subir la mirada he llegado a ver a la vez su cabeza y sus pechos, y es cuando he visto lo impensable, cuando me he quedado ojiplático y anonadado, ya que entonces he podido darme cuenta de que sus tetas eran mucho más grandes que su cabeza.

Aquí debo aclarar que lo asombroso no es que sus tetas fuesen mucho más grandes que su cabeza (hay tetas de plástico que parecen melones franceses, llegan primero ellos avisando y, al minuto, llega el resto), lo increible es que sus tetas no eran nada del otro mundo, eran más bien tirando a pequeñas, del tipo la mano la cubre y además la esconde.

De lo que se deduce que su cabeza era pequeña. En realidad ha sido verla a ella con su cabecita y pensar que los jíbaros habían evolucionado sus técnicas y alguien en mi ciudad se estaba dedicando a probarlas. Por si fuera poco llevaba una cola de caballo, destacando aún más la dimensión de su cabecita. Casi daba pena de mirar.

Llamadme exagerado, pero es que ha sido algo que me ha dejado patidifuso (que si hago análisis etimológico debe significar que mis patas se han fundido mientras la miraba) y a la vez asombrado (es decir, sin sombra, lo que cuadra con lo anterior, debes estar al sol para que se te fundan las patas) y sobre todo, sobre todo, confundido (es decir, de nuevo, con algo fundido).

Tan aluciflipado estaba (esta palabra, suma de alucinado y flipado, me la ha prestado una gran amiga), que he salido lo más rápido posible del super, y disimuladamente he seguido a la dueña de la cabecita (que por lo demás estaba de buen ver, al menos de cuello para abajo, claro).

Ha llegado al edificio enfrente de donde vivo, ha llamado por el telefonillo, y ha pedido que bajasen a ayudarle con las bolsas de la compra. Bueno, pues ha bajado alguien que debía ser su hermano o algo así, porque se parecían bastante. Se parecían incluso en la dimensión de sus cabezas, el tipo tenia unas piernacas de futbolista y unas manazas de las de partir nueces con las manos, pero con una cabecita que era casi tan grande como sus manos.

El tipo ha levantado la vista, me ha visto, ha visto que lo había visto, me ha mirado, lo he mirado, nos hemos mirado, y en ese milisegundo de cruce de miradas yo he sabido que pasaba, y el también, y lo ha sabido tan bien que se ha asustado, ha cuchicheado algo a su hermana, y se han metido en el portal apresuradamente.

A ver..., seamos claros..., los jíbaros no pueden haber perfeccionado su proceso de reducción de cabezas de forma que lo puedan conseguir sin matar a la víctima. El ser humano no puede sobrevivir sin cerebro (bueno, aqui tengo mis dudas porque conozco especímenes que podrían hacer que la hipótesis fuese falsa) y el cerebro necesita de unas dimensiones mínimas de cráneo. Vamos, que si aplicamos la navaja de Occam debemos concluir que esos seres no eran humanos. Además, su ocultación al verme es del todo concluyente, se sabían diferentes y son diferentes.

Esta noche me he acercado a la terraza. En el edificio de enfrente, a mi altura, una habitación irradiaba unas luces azules y verdes. Al principio he pensado que alguien estaba montando una fiesta, pero el silencio era el rey de la noche, a pesar de que las ventanas estaban abiertas.

En un instante, las luces han crecido en intensidad, y ha empezado a escucharse un zumbido persistente..., casi como una peonza dando vueltas. En el momento de mayor intensidad, ha sonado como un trueno de esos típicos del mes de agosto, y las luces verdes y azules han desaparecido.

Creo que el tercer piso del edificio de enfrente ha quedado desocupado, y el casero se ha quedado sin el alquiler de este mes. Os aconsejo esteis atentos a partir de ahora, no hace falta que lleveis una cinta métrica ni nada de eso, pero mejor que esteis preparados para detectarlos, no sabemos que intenciones tienen.

jueves, 9 de agosto de 2012

Vaya peazo rubia!!!


Hoy tenía una reunión fuera de Barcelona y he madrugado. 

Aclaro que, para mi, madrugar es levantarme a cualquier hora anterior a las 8 de la mañana, porque soy ave nocturna. Si es lunes ya no le llamo madrugar, sino darporsaco, ya que el domingo no hay manera de irme a dormir antes de la 1:30. Cuando debo levantarme a las 5 para ir al aeropuerto vendería mi alma por un teletransportador trekkiano. Debo dar las gracias a los creadores de las bebidas energéticas, sin las cuales yo en estos casos seria una piltrafa humana a la que habría que recoger con una retroexcavadora.

Pero dejémonos de digresiones y vamos a lo que vamos. 

Hoy tenía una reunión fuera de Barcelona y he madrugado. 

Después del titánico esfuerzo de levantarme, ducharme, vestirme y beber un vaso de agua (mi estómago no acepta nada más a esas infames horas de la madrugada), he cogido el metro (verbo evidentemente no literal, ya que no soy de Bilbao) y después de 4 paradas y un paseito he cogido el tren (a estas alturas de la película, esto en Argentina sería una orgía metalocalypse, pero aqui cogemos a los metros y trenes con mucho cariño).

Normalmente suelo viajar en los vagones delanteros, en sentido contrario al de la marcha, y al lado de la ventana, una de mis tantas manías. Hoy no. Esta mañana he subido en uno de los últimos vagones, en el sentido de la marcha, y me he sentado en un asiento del pasillo.

¿La causa? Una rubia esbelta y muy potente, peinada con cola de caballo, vestida con un corto, ligero y ajustado vestido blanco, y sumado a todo ello unas gafas que le sentaban fantásticamente.

Hoy ha sido el primer dia de la famosa ola de calor sahariana que se supone nos va a fundir y obligar a dormir en la bañera. Lo de la bañera aún no lo sé, pero que me he derretido durante el trayecto en tren os lo puedo asegurar. 

Por si no fuera suficiente con la visión de esa valkiria, se ajustaba el pelo cada 2x3=6, y creo que debía haberle picado algún bicho, porque a ratos se rascaba el muslo, subiendo para ello su corto vestido y dejándome a mi ojiplático, infartado, alterado, y evidentemente excitado, porque parecía que le picaba hasta las caderas. 

No la he mirado a la cara demasiadas veces, porque si por un casual llega a morderse el labio inferior, ahora no estaría escribiendo esto, eso lo tengo claro, porque nos habrían detenido por escándalo público (porque una rubia que se toca el pelo y se muerde el labio inferior "quiere tema", ¿no?, yo es que esto de las "señales" no lo domino nada de nada).

Estaba deseando que se bajase en la misma parada que yo, porque deseaba disfrutar de su visión un rato más, pero no, se ha levantado muy pronto, demasiado.

Al fijarme donde estaba sentada, he visto que en su asiento había algo de tierra, me he preguntado si era eso lo que le causaba la picazón del muslo, aunque era bastante extraño.

Sea por lo de la tierra, por la ola de calor, o porque estaba como un quesito, no he podido resistir la tentación. Me he levantado rápidamente y me he bajado tras ella.

El tren seguía la línea de la costa, y ella, al salir de la estación, se ha dirigido a la playa. Yo, detrás, mirando y admirando su belleza moverse por la arena.

Al llegar cerca de la orilla del mar, la rubia se ha descalzado, se ha soltado el pelo (¡ay!, ¡que rica!), y luego, quitándoselo de los hombros, ha deslizado el vestido por su cuerpo. Bajo el vestido solo llevaba un brevísimo culotte, que ha seguido el mismo camino. Si estando vestida era todo piernas sobre unas caderas de impresión, estando desnuda su cuerpo era de pecado mortal. Mis latidos han cambiado de ubicación y mi corazón no daba abasto a las peticiones venosas.

Después se ha acercado al agua, poco a poco, contoneando sus caderas con gracia. Estoy seguro que sabía que la estaba mirando, y que jugaba a excitarme. Lo conseguía. Para ella era un juego, para mi algo muy serio, estaba como hipnotizado, casi aguantando la respiración, acalorado por la ola sahariana y acalorado por el espectáculo.

Entonces es cuando, ante mis atónitos ojos, que recorrían cada centímetro de su cuerpo con deseo, la rubia ha empezado a deshacerse como tierra al viento, primero los pies, luego sus pantorrillas, sus muslos, su prieto trasero, sus caderas, su espalda y sus brazos, su cuello y su cabeza. Ha sido casi visto y no visto, no ha tardado ni un minuto, primero estaba allí, y luego, como en un golpe de viento, ya no estaba.

Al acercarme a la orilla, quedaba un montoncito de tierra, que el agua del mar iba lamiendo en pequeñas olas hasta que ha desaparecido.

Al cabo de un rato recordé que tenía una reunión, me giré, subí hasta la estación, y subí al siguiente tren.

No sé porque, pero tengo la impresión de que ella y yo nos volveremos a ver. Si es así, me acercaré antes de que se deshaga en un montoncito de tierra, y la llamaré por su nombre de diosa. Si me responde, creo que lo que suceda después será mágico. 

sábado, 4 de agosto de 2012

Flamencos morados, tuppers y calcetines izquierdos

Qué tienen en común unos flamencos morados, unos tuppers, y unos calcetines izquierdos?

Empecemos por el final, pero antes, unas palabras del narrador omnisciente: No, no me he fumado nada, dejé de fumar hace años. No, no me he tomado pirulas de colores, ni rojas ni azules. No, no he bebido alcohol ni tengo resaca. No, no me han sorbido el seso por el cerebro inferior (ya me hubiera gustado, pero por ahora no tengo candidatas, snif).

Todo empezó un sábado por la mañana, cuando puse la lavadora para..., bueno, para lo que se ponen las lavadoras, obviamente, a ver si os lo tengo que explicar todo. Como no tengo tele, no uso video, asi que no tuve más remedio que aprender a programar la lavadora..., pero..., como soy un listillo, fijé el mando en el programa habitual y así solo le tengo que dar al encendido, ¡es tan fácil!. 

Pero no fue realmente el sábado cuando empezó todo, lo estoy explicando fatal. Digamos que fue entre el sábado, después de colgar la ropa, y el lunes, cuando fui a recogerla (que con la edad que tiene, ya se podía recoger sola). Después de las camisas y camisetas, después de los boxer, me puse con la árdua tarea de separar y conjuntar los calcetines, para evitar la vergüenza de ir a la oficina con un calcetín azul marino y otro negro (yo es que por las mañanas voy un poco zombie y con el piloto automático).

En ello estaba..., cuando me encontré con un calcetín desparejado, uno negro con rayas finas, revisé en los presuntos conjuntos por si mi vista ya fuese vista cansada además de astigmático-miope..., pero no..., volví a revisar en el montón pendiente de conjuntar..., tampoco..., asi que lo aparté pensando que cuando puse la lavadora dejé algún calcetín en el cesto de la ropa (soy un despistado por si aún cuenta no os habeis dado). Seguí agrupando el resto de calcetines, y al acabar tenía cinco desparejados, todo un record que demostraba mi pronta senectud. 

Busqué en el cesto de la ropa, busqué dentro de la lavadora, busqué en los rincones del camino entre mi habitación y el cesto de la ropa, busqué bajo la cama, y no busqué en el horno porque no lo uso como secador de ropa, más que nada porque con lo despistado que soy el dia menos pensado cenaría lubina avec chausettes et tomates, y los tomates no serían de la variedad comestible.

Como soy un tipo muy ocupado y trabajo un porrón de horas, olvidé el asunto hasta el viernes por la tarde, cuando quedé con mis amigos para un "via crucis" (soy agnóstico, entiéndase pues como la variante gastroenológica). Después de un par de cervezas y unas bravas estiré los pies bajo la mesa y al subírseme las perneras del pantalón vi que llevaba un calcetín de cada color. Quise disimular pero mi cara de sorpresa hizo que mis compañeros de mesa mirasen a ver que había visto, y se dieron cuenta. Las risas y las bromas son algo que no voy a contar aqui, suficiente vergüenza pasé ya como para compartirla con vosotros, que os conozco y en cinco minutos internet iría lleno de comentarios a mi costa.

Pero no todos mis amigos se rieron o hicieron bromas. Mi gran amigo Takeshi, un renombrado físico cuántico que había sido recientemente galardonado con el Nobel por teorizar y demostrar la existencia de 6 universos paralelos al nuestro, me miró muy serio y me dijo: "Alberto, dime una cosa, a ti te desaparecen los recipientes de los tupper, verdad?"

Debo deciros que si alguna vez habeis visto una cara de absoluta sorpresa, lo que habeis observado palidece en comparación con la mía. Me sentía casi como Lestrade cuando Sherlock le pregunta por su desayuno de huevos revueltos y el pobre no es capaz de entender como lo sabe el gran detective. 

- ¿Cómo narices sabes tu lo que pasa con mis tupper, Takeshi? - pregunté - Pero sí, es verdad, de un tiempo a esta parte cuando abro el armario donde los guardo, encuentro tapas azules y tapas verdes que no tienen recipiente que tapar. Pensaba que era problema de mis sempiternas distracciones, que quizás había dejado alguno a mis vecinas o aún peor, que al tirar las sobras a la basura, hubiera tirado el recipiente.

- No te preocupes, que no estás peor de lo tuyo - bromeó Takeshi con una sonrisita irónica - Creo que he descubierto el problema, y no eres el único al que le pasa. Después de descubrir los 6 universos paralelos he seguido investigando sobre los fenómenos físicos derivados de que seamos capaces de comunicarnos con todos ellos, y hace un par de semanas encontré algo extraño en las medidas de difracción retroespecular de los corpúsculos de Higgins, ya sabes, esos grumitos como de colacao que descubrió el amigo de Higgs, que vaya bromas en el laboratorio cuando le quiso poner nombre, después del Bosón de Higgs, van los muy cachondos y le llaman el Grumón de Higgins, luego dicen que los científicos no tenemos sentido del humor.

- Que si... que sí..., que los grumitos son muy bonitos..., vale, - respondi yo impaciente - pero que tienen que ver los grumitos esos con los tupper y los calcetines?

- No te impacientes, si te lo explico rapidito y sencillito - comentó riendo Takeshi - sin ecuaciones ni gráficas ni otras zarandajas, te lo explico en román paladino, aunque lo que te cuente quizás no te lo creas, si es así quedamos esta tarde en mi laboratorio y alucinado quedarás cuando lo veas. Te lo voy a contar como un pequeño cuento. Vamos allá:

Érase una vez un planeta de color verde melón, un planeta grande y nuboso, donde llovía cada dos días, el primero agua azul, el segundo agua roja. Ese planeta estaba a 90º de la Tierra, según se sale por el Ecuador a mano izquierda (al fondo a la derecha están los lavabos, como todo el mundo sabe). Era un planeta de ambiente húmedo pero fresco, tranquilo, silencioso, donde todo se movía sin prisa, los vientos eran brisas, las olas nunca rompían y hasta las gotas de lluvia descendían como dando un paseo.
 
En ese planeta vivían, y aún viven, unos seres con un solo pie, como flamencos pero sin pico, de color morado. Según parece sus científicos estuvieron jugando con los Grumones, y como sabes, igual que existen los Fotones Entrelazados, resulta que los Grumones también se entrelazan, y en sus experimentos guardaban los Grumones en calcetines. 

Entonces activaban el Desentrelazador Cuántico de Grumones, y ¡zás!, al lado de cada uno aparecía otro calcetín, que como puedes suponer acababa de desaparecer de un planeta a 90º del suyo según sales a mano derecha (allí los lavabos están mal ubicados, creo que a los arquitectos los llaman calatravas), que es nuestra buena y vieja Tierra. 

Da un poco de miedo porque en el planeta viven muchos billones de tipos morados, y como es tan húmedo se cambian los calcetines tres veces al día, así que por esa parte me temo que quienes van a ganar van a ser los chinos, que en sus tiendas venden calcetines y fundas de movil, bolis y ventiladores, sandalias y corbatas, enchufes y patatas (bueno, patatas todavía no, pero rimaba).

Pero lo realmente preocupante no son los calcetines. El problema son los tupper. Los recipientes de los tupper los necesitan porque en su planeta todas las casas tienen goteras y no saben arreglarlas (si los arquitectos son calatravas, los albañiles son pepe gotera y otilio). Mientras los calcetines son inertes ante los Grumones, no pasa lo mismo con los tupper, y cada recipiente que consiguen transportar desde nuestro planeta al suyo, crea una inestabilidad de tres pares de grumones. 

Ahora mismo nuestros planetas están separados por la espuma cuántica, en ángulo en relación con el plano del multiverso, pero ya no estamos a 90º, la última vez que lo medí estábamos a 89.69º y me temo que cada vez estaremos más alineados. 

Cuando esto suceda..., la verdad es que no tengo claro lo que puede pasar, pero déjame decirte que según mis cálculos estaremos alineados a finales de diciembre de este año..., y aunque la precisión de mis ecuaciones no está muy clara, parece que será entre el 19 y el 23 del mes de diciembre o, como decimos mostrando el error estadístico, el 21 +/- 2 dias. Demasiada casualidad para que pueda sentirme tranquilo, la verdad es que mi mente científica empieza a ver co-incidencias por todos lados.

Después de lo que me explicó Takeshi, desde la mañana del día siguiente, aunque con resaca, me he puesto a destruir todos los tupper, acabo de visitar a mis vecinos y en lugar de pedirles sal les he pedido tuppers para, presuntamente, montar un picnic con mis catorce amigos y sus parejas, y claro, son tantas las tortillas y el lomo empanado que necesito muchos tuppers. Creo que ya he destruido cincuenta y siete de esos engendros. Desde aquí hago un llamamiento urbe et orbe, pasadlo por FB, por TW, incluso atreveos con el Tuenti o que lo hagan vuestros hijos, y escribidlo en el ADV, y compraos spray para hacer graffitis e inundad los muros de vuestra ciudad, y tatuaros "Destruid los tupper!".

Quizás ya esté todo escrito y estemos predestinados, pero creo que debemos intentarlo.