Tempus fugit, sicut nubes, quasi
naves, velut umbra (El tiempo vuela, como las nubes, como las naves, como las
sombras.)
Isabel apura la tercera cerveza tostada
con sana avidez, mientras sus ojos y el resto de ella sonríen a Miguel con la salvaje
franqueza de alguien sin dobleces. Aaaah,
que fresca, que bien entra…
Miguel bebe un sorbo de su copa
de vino mientras mira a Isabel agazapado tras el borde de la copa.
Dios mio, que guapa, y que ojos más bonitos,
y que sonrisa y que…, pero no, no debo, no puedo, no…, pero si casi acabamos de
conocernos…, bueno, hace cinco años pero claro, nos hemos visto muy poco…, vaya…,
sí…, hemos ido al cine a ver versiones originales francesas y cenado varias
veces pero en el fondo no hemos intimado…, bueno…, estuvo “aquel” beso en que
moví la cara y casi me lo da en la boca pero eso no cuenta, no? Uy!, Como me
mira…, me funde, ésta hoy me funde…, mejor no bebo más…
- Bueno, dime – pregunta Isabel –
como te va la vida, mi niño? Hace días que no sé de ti.
Me tienes preocupada, te veo un poco apagado, casi triste.
- Ya sabes, como siempre - responde
Miguel casi como pidiendo perdón - liadísimo con el trabajo, el jefe es un
negrero, y si no es con el trabajo es con los niños, que si uno juega a básquet
y entrena martes y jueves, que si la otra hace teatro y ensaya jueves y sábados,
yo los jueves por la tarde parezco un taxista.
Pobrecitos, uno u otra siempre llegan tarde, pero no soy fitipaldi,
no puedo con todo, no puedo...
- Uf!, solo de oírte ya estoy
estresada – comenta Isabel – me pregunto en qué parte de toda esta vorágine
dejas de hablar en primera del plural para hablar en primera del singular.
Donde habitas, mi niño? Donde tienes tu
centro? Donde escondiste tu corazón, tu alma?
- Chica, qué quieres? – se queja
Miguel – un padre con 2 niños y un trabajo aburrido no tiene casi tiempo para él, sabes? Si, claro, “tengo” a María, ella
con sus amigas y su cóctel cada tarde, y siempre tiene tiempo para el spa
cada semana, nunca para mí, ni para los niños. Pero peor es el cabrón de mi
jefe, que me tiene haciendo papeleo y cosas sin importancia, si yo me
atreviera, si me pusiera por libre se iba a enterar, pero no sé, y si sale mal?
Y si sale bien pero luego no me gusta? Y si a María no le parece bien? A María nunca
le parece bien nada de lo que hago, por que debería ser diferente ahora?
Además, los niños aún son pequeños, quizás más adelante…
- Sabes? – responde Isabel - Creo
que deberías encontrar un momento tranquilo, un espacio para ti mismo, y
pararte un momento, respirar tres veces para oxigenarte bien, y pensar un poco
en ti, aunque solo sea un poco. Cambiar las cosas es saludable, como dijo
alguien, creo que Einstein, “si quieres resultados distintos, no hagas siempre
lo mismo”. Que lástima, un hombre tan
interesante, tan divertido, con tanto potencial, y se esconde de si mismo.
- Claro, tu lo tienes todo más
fácil – responde Miguel un poco picado – haces lo que quieres cuando quieres
sin preocuparte de nada ni pedirle permiso a nadie. Así cualquiera.
Jo, si yo tuviera el valor, si solo me
atreviera a cambiar las cosas aunque solo fuese un poco, un día…, quizás un
día…
- Bueno, así como tú lo dices – dice
Isabel con tranquilidad – suena a que soy una vivalavirgen o algo peor.
Vaya, así me ve él? Entonces, en el fondo,
ya le parece bien ser como es?
- No, no es eso, perdona –
responde Miguel rápidamente – es sólo que todo lo que haces y todo lo que dices
y cómo lo dices parece que fluya suavemente, natural. La verdad es que te
envidio, querría ser como tú, pero no sé como.
No se como? Claro que lo sé! Pero no me atrevo, ahí fuera está oscuro y
da miedo…, aquí dentro entre cuatro paredes estoy seguro y todo está
controlado, no hay riesgo de que me equivoque si todo lo pienso y repienso para
finalmente no hacer nada.
De repente ambos se miran por
encima de las cervezas y el vino, y una tenue descarga eléctrica en las
sinapsis de ambos consigue el milagro. Ahora todo el subtexto entre ellos se
hace evidente, y la mutua comprensión, y de repente él siente que sabe lo que
quiere.
Se levantan ambos de la mesa, salen
del bar, caminan lentamente por la calle, callados y pensativos. En la esquina
se paran, se miran, se sonríen, se abrazan, y cada uno se va por su lado.
A veces, las relaciones parecen como un carbón con cenizas, necesitan un pequeño soplo para que las chispas salten
ResponderEliminar